Este martes, Andrés Iniesta, uno de los mitos más grandes del fútbol, ha regresado a Barcelona, escenario de sus más épicas conquistas, para cerrar un ciclo y despedirse del balón. Con el número que se convirtió en su estandarte en el Barça, el manchego ha puesto fin a una carrera que desafió las convenciones del fútbol moderno y dejó imágenes inolvidables de su magia simple e hipnótica.
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Cuando el reloj marcaba el mediodía, Iniesta apareció en el Port Vell acompañado por su familia y un emotivo discurso en mano. Su llegada fue seguida por leyendas del fútbol y personalidades del deporte. “Supongo que me permitiréis que me emocione hoy,” expresó con la voz entrecortada. “Estas lágrimas son de emoción y orgullo, no de tristeza”, confesó.
Recuerdos de un viaje extraordinario
Rememoró su carrera como un cuento de hadas, desde las polvorientas canchas de Fuentealbilla hasta los luminosos escenarios del Camp Nou. Para Iniesta, siempre hubo dos equipos en el corazón: el Barça y el ‘Alba’, dejando claro que su amor por el fútbol viene de sus raíces. Sus primeros entrenadores, presentes en el evento, recordaron a «un chiquillo que bordaba el fútbol» desde esa temprana edad.
De la cantera a los cielos del mundo
A los 12 años, su vida dio un vuelco con un viaje a Barcelona que, según su padre, es una experiencia que no recomendaría a nadie. La Masia se convirtió en su hogar, un lugar que lo transformó por completo. A sus 16, Llorenç Serra Ferrer le dio el empujón que lo llevaría a entrenar con el primer equipo, donde admitió haber estado días sin abrir la boca, hasta que la audacia de Van Gaal lo llevó a lo más alto.
Iniesta compartió su vivencia con «la otra piel», la de la Selección Española. Un legado que simplificó en el histórico gol del Mundial: «Tuve la oportunidad de estar ahí para hacerlo, pero lo hizo posible la magia de todos», mencionó evocando el espíritu de compañerismo.
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La era del Barça de Guardiola
El club culé y la selección vivieron sus mejores momentos en paralelo. Iniesta recordó con cariño cómo el Barça lo cambió para siempre. El mensaje que envió a Guardiola, “vamos por buen camino, Pep”, fue un revulsivo en una temporada que comenzó con sombras. Los éxitos que siguieron llenaron de júbilo a su afición, una época, según él, inolvidable.
Un adiós temporal
Tras el cambio de rumbo en 2018, Iniesta vivió cinco años en Japón, donde ayudó a transformar un humilde club en un referente, antes de mudarse a los Emiratos Árabes. “Pude jugar un año más y desde hace un tiempo estoy formándome en lo que sería el siguiente paso”, reveló.
En el horizonte, el legado continúa. «El fútbol seguirá siendo mi vida», afirmó, vislumbrando el futuro con proyectos de academias y la formación como entrenador. Aunque señaló que el retorno al Barça podría ser lejano, se mostró tenaz: «Nos seguiremos viendo y escuchando».
En un cierre lleno de agradecimientos, Iniesta destacó el cariño del público, el sacrificio de su madre y su amor por su esposa, Anna. El evento culminó con una imagen de familia y la emblemática música de Coldplay resonando, una despedida a la altura de su leyenda. ¡Viva el fútbol, viva la vida!