El cielo empezó a nublarse en Liniers y, con él, se fue un ciclo que muchos desearían borrar de la memoria. Sebastián Domínguez dejó de ser el director técnico de Vélez Sarsfield, y con ello, una montaña de emociones y una montaña rusa de sentimientos ha comenzado a agitarse entre los hinchas. Con un recorrido marcado por más sombras que luces, el club de la calle Echeverría se encuentra en busca de un nuevo rumbo.

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Un ciclo para el olvido
La era de Domínguez en Vélez arrancó con más expectativas que un chico el día de su cumpleaños, pero, lamentablemente, terminaron siendo demasiadas velitas en un pastel que no logró endulzar a la hinchada. En total, el entrenador dirigió 42 partidos, donde cosechó 13 victorias, 11 empates y 18 derrotas. Un saldo que podría compararse con un balde de agua fría en un día de verano: desconcertante y helado.
Decisiones que marcaron el destino
Desde su llegada, Domínguez se enfrentó a decisiones que dejaban a más de uno con el corazón en un puño. La alineación, muchas veces dada como una suerte de lotería, no logró consolidar la confianza de la hinchada. Un sistema defensivo que era un colador en vez de un muro fue uno de los principales motivos para que los puntos se evaporaran como el humo de un churrasco a la parrilla. Jugadas clave, como la polémica decisión de mantener a ciertos jugadores que no dieron la talla en momentos cruciales, se convirtieron en el karma del técnico. ¡Faltas groseras en la zona defensiva y goles regalados a los rivales! Eso sí que es un golpe bajo.
Las caídas frente a rivales que, a priori, se mostraban más accesibles, fueron como aguijones en el orgullo de Vélez. El partido contra Gimnasia, donde caímos 3-0, dejó a más de uno preguntándose si el destino del equipo estaba sellado. Los errores se multiplicaban como los aficionados en la popular, y la sensación de desesperanza se hacía cada vez más palpable.
El adiós de un sueño truncado
Y así, entre murmullos y suspiros, la historia de Domínguez se cierra. Un capítulo que se sentía más como un mal sueño que una epopeya futbolística. El hincha de Vélez, siempre con la pasión a flor de piel y una esperanza infinita, ahora mira al futuro con la mirada de un lobo hambriento, esperando que el próximo entrenador sepa sacar el máximo jugo de un plantel con potencial, pero aún sin brillo.

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La realidad es que en el fútbol, como en la vida, no siempre se gana. Sin embargo, la historia no termina aquí. El club ya busca nuevos horizontes, un nuevo líder que logre encender la chispa de la esperanza en Liniers. Solo nos queda esperar, entre cálidos anhelos y fervientes ilusiones, que el próximo capítulo esté lleno de alegría y triunfos para este gigante que no debe dejar de soñar. ¡Vamos Vélez!
