En el fútbol, las historias de amor y sacrificio van más allá del balón. Tal es el caso de Mario Soto, un jugador que tomó la decisión de colgar las botas no por falta de talento, sino por amor a quienes le dieron la vida: sus padres. Soto, quien se ganó la confianza de Juan Reynoso siendo el ’10’ en equipos como Universitario y Melgar, se despidió temprano del fútbol profesional con un corazón lleno de gratitud y lecciones de vida inolvidables.

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El Humilde Inicio de un Soñador
Mario Soto, nacido en la cálida tierra de Moyobamba, supo desde niño que su destino estaba marcado por el balón. En su infancia, cualquier espacio se convertía en una cancha improvisada, con ventanas rotas como testigos de su pasión. «El fútbol era todo para mí», confesó, mientras rememoraba esos días en que las calles eran su único estadio.
Un Talento Descubierto por Casualidad
Su camino al profesionalismo no fue el convencional. Sin una academia formal, Mario encontró sus primeros pasos en los campeonatos escolares. Sin embargo, su talento no paso desapercibido por mucho tiempo. El Coronel Bolognesi, equipo de Copa Perú en Tacna, lo atrajo gracias a una prueba en la capital. «Llegué con el tobillo sensible y aun así metí dos goles en la prueba», explicó Mario sobre esa oportunidad dorada.
El Encuentro con los Maestros: Sampaoli y Reynoso
En el mundo del fútbol, tal vez no haya fortuna más grande que ser moldeado por maestros del deporte. Jorge Sampaoli fue quien lo hizo debutar, recordando cómo en cada entrenamiento se exigía un 110%. «Era riguroso, detallista, el que estaba bien, jugaba», comentó Soto, acerca del ahora laureado técnico argentino. No tardó en cruzarse con Juan Reynoso, «el Ajedrecista», quien quedó fascinado y lo llevó al histórico Universitario de Deportes. «No solo me asombré cuando vi la camiseta ’10’ en el vestuario, ¡me la dieron sin más ni más!», expresó, con la sonrisa de quien todavía saborea ese momento.
Retiro Temprano: El Amor como Gol de Oro
A pesar de su prometedora carrera, Mario decidió retirarse a los 33 años, eligiendo la pandemia como el momento para regresar a Moyobamba y cuidar de sus padres. «Mis padres necesitaban más de mí aquí que en cualquier campo de juego», dijo, reflexionando sobre la importancia de ese tiempo compartido con su padre antes de su fallecimiento.

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Nuevos Desafíos, Mismo Corazón
Tras el retiro, Mario no dejó de soñar. Hoy, se dedica al negocio familiar de restaurantes y al desarrollo de un complejo deportivo en su tierra natal. «Con lo ganado en el fútbol, compré terrenos y ahora esos sueños son canchas sintéticas», narró con entusiasmo. Además, comparte su sabiduría como entrenador de menores, liderando campeonatos universitarios.
En cada fase de su vida, Mario Soto ha demostrado que el amor, la familia y el fútbol son las verdaderas pasiones que marcan el rumbo. En su caso, más allá de los trofeos y aplausos, su mayor premio ha sido la oportunidad de retribuir el amor que siempre le dieron.
