La violencia y la inseguridad, esas sombras que acechan desde las gradas, han alcanzado niveles críticos en el fútbol peruano. Según el directivo Walter Dolorier de la Liga 1 y 2 de la FPF, al menos 16 jugadores se han visto atrapados en la red de extorsión que se despliega por todo el país.

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El flagelo del miedo en el fútbol
Este problema se extiende mucho más allá de los futbolistas. Entrenadores, árbitros y presidentes de clubes también bailan al son de esta amenaza que se cierne como un nubarrón sobre el deporte rey en Perú. Dolorier hizo énfasis en que este no es un problema exclusivo de Lima, sino que se siente igual de fuerte en cada rincón del país: “Es en todo el Perú”, advierte con la seriedad de quien sabe que el terreno no siempre es firme.
Un juego bajo asedio
La táctica del miedo ha sido bien entrenada: altos sueldos y patrocinios convertidos en botín a ojos de quienes buscan lucrar a través de la intimidación. Muchos afectados prefieren el silencio, resguardados por las paredes del vestuario, temerosos de las represalias. “Tienen un temor personal y por vergüenza”, confesó Dolorier, subrayando la pesada carga emocional que llevan consigo.
Más allá de las canchas
No es solo el pitazo inicial lo que afecta aquí. En los últimos meses, han sido varios los presidentes de clubes importantes que han optado por dejar sus posiciones. Enfrentados a una presión criminal implacable, el balón ha dejado de girar para ellos.
Regiones bajo presión
Este drama no es exclusivo de un lugar. Las amenazas se esparcen por la selva, Loreto y Amazonas, donde el miedo se convierte en compañero de equipo. “Muchos no denuncian por vergüenza”, reveló Dolorier. También en el sur, en áreas como Moquegua, Arequipa y Vraem, Ayacucho, el asedio es implacable, buscando manipular resultados y extender sus redes más allá del campo de juego.

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La urgencia de una respuesta
Dolorier, consciente del partido que se juega fuera del estadio, aboga por la intervención del Poder Judicial y el Gobierno. Propone incluso la presencia del ejército en los partidos, buscando devolver la tranquilidad a quienes hacen posible este deporte. Sin embargo, lamenta que, pese a buscar diálogos con ministros, las palabras aún no se han transformado en acción.
Cambiando el juego
En un intento por virar el rumbo del campeonato, Dolorier anticipa cambios para 2026, donde cada liga asumirá un rol más protagónico en la gestión de los torneos. Aunque navegan en aguas turbulentas, hay esperanza de que esta autonomía ofrezca respuestas más directas a las amenazas y abusos.
Mientras el balompié peruano sigue buscando la manera de driblar estas amenazas, la lección es clara: la seguridad en el fútbol no es un juego y requiere un esfuerzo orquestado entre todos los actores involucrados. ¡Que el balón siga rodando, pero en paz!
