El duelo entre Sporting Cristal y la Universidad Católica de Chile en la tan esperada ‘Tarde Celeste 2025’ no fue precisamente un paseo dominical. Más bien, fue un auténtico volcán a punto de hacer erupción, donde los corazones y los músculos se tensaron en el estadio Alberto Gallardo. Todo se desbordó tras una jugada tan elegante que bien podría haber sido pintada por un artista del balón.
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El Arte de Jostin Alarcón
La chispa que encendió la mecha fue una brillante combinación entre Jostin Alarcón y Santiago González por la banda derecha, un movimiento digno de un ballet con pelota incluida. La joven promesa de Sporting Cristal manejó el esférico con la pericia de un escultor y realizó una pared de antología. No obstante, esta obra de arte futbolístico no fue bien recibida por los contrarios. Así fue como Fernando Zuqui, con la misma sutileza de un toro entrando en una tienda de porcelana, decidió terminar con el espectáculo derribando a Alarcón con una patada digna de una amonestación.
Tensión en el Gallardo: El Árbitro en la Mira
Como si la primera entrada no hubiera sido suficiente, el argentino regresó para darle otro encontronazo al peruano, que ya estaba en el suelo, lo que desató un pandemónium. Fue como si se hubiera prendido un polvorín: los jugadores celestes no dudaron ni un instante en correr a defender a su compañero, en una escena más digna de un ring que de un campo de fútbol. El árbitro, Edwin Ordoñez, observó el conflicto desde cerca, pero increíblemente su tarjeta roja nunca salió del bolsillo, limitándose a poner en caja a Zuqui con una amarilla suavita.
Vibrantes Minutos Finales
El calor de la disputa subió la temperatura en el estadio a niveles agobiantes. Cada jugada era un clamor por justicia, cada falta un grito de desafío. El joven Catriel Cabellos estuvo a un pelo de ser expulsado por un foul que puso los pelos de punta, mientras que Fernando Pacheco tuvo que salir del campo a los 71 minutos, tras propinar un codazo que dejó sin aliento al equipo opositor. Sin duda, un partido que dejó a todos los presentes con el corazón en la boca y las emociones a flor de piel. Una auténtica prueba de fuego para el arbitraje y un duelo que reveló las pasiones más intensas del deporte rey.