En un emocionante enfrentamiento entre Pumas y Monterrey, la tensión alcanzó su punto máximo hasta el último suspiro del partido. En el cierre del juego, el célebre defensor español, Sergio Ramos, fue protagonista de una acción que dejó huella en el terreno de juego y en la afición. Al intentar recuperar un balón que se escapaba, el jugador no se contuvo y soltó una patada a Memote Martínez, lo que le valió su primera tarjeta roja en la Liga MX.

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El encuentro, que terminó a favor de los Rayados, tomó un giro inesperado cuando, ya en tiempo de descuento, Ramos optó por una falta desafortunada. Aunque no llegó a impactar físicamente a su oponente, el árbitro no dudó en mostrarle la tarjeta roja, señalando la acción como un acto de indisciplina. Esta decisión no solo respondió a la falta, sino también a las reiteradas infracciones que el central español había acumulado a lo largo del encuentro.
En un intenso primer tiempo, Ramos había estado en el ojo del huracán, incluso recibió una advertencia por un codazo a su compatriota Bennevendo, aunque en ese momento los árbitros optaron por dejarlo pasar. Sin embargo, fue al minuto 91 donde se desató la tormenta, al levantarse de entre un tumulto de jugadores y lanzar una patada imprudente que selló su destino: irse a las regaderas antes de lo previsto.
La situación ha dejado a los aficionados de Monterrey con el corazón en un puño, pues esta primera expulsión en el fútbol mexicano ha encendido las alarmas en el equipo. Ramos siempre ha sido un jugador con una historia de recibir tarjetas rojas; se rumorea que hasta el 2021 había acumulado un notable total de 26 rojas en todas sus competiciones, ubicándose como el tercer jugador con más expulsiones en la historia del fútbol. Con este antecedente, es comprensible la preocupación que podría existir en el seno del equipo dirigido por Martín Demichelis al considerar lo que significa tener a un jugador como él en sus filas.
Sin duda, este evento trascendental en la trayectoria de Sergio Ramos en México generará mucho análisis y especulación sobre cuánto puede afectar su temperamento a lo largo de la temporada. La afición espera que su competitividad no se convierta en una preocupación constante, sino en un motor que impulse al equipo hacia adelante. En el mundo del fútbol, la pasión y la emoción son parte del juego, y para Ramos, cada partido se vuelve una batalla no solo contra el rival, sino también contra sus propios demonios.

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