Rodrigo Aguirre, delantero del América, rememoró los momentos difíciles que enfrentó durante su paso por Monterrey, donde sintió que su carrera tocaba fondo. Sin embargo, el uruguayo también destacó su resurgimiento en el Club América, donde ha encontrado su mejor versión gracias al respaldo incondicional de su esposa, Mikaela Huvatt, quien fue esencial en su camino hacia el éxito.
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Reflexiones de un pasado complicado
Aguirre compartió que su etapa en Monterrey fue un verdadero laberinto emocional. En sus propias palabras, recordó cómo, en una conversación reveladora con su esposa, expresó su agotamiento: “Estoy cansado, estoy en el límite”. Según él, esa fue una línea delgada entre decidir seguir luchando por su carrera o rendirse. En esos momentos de desánimo, ella se convirtió en su faro, guiándolo hacia la perseverancia y el deseo de superarse como futbolista.
Un resurgimiento impresionante
Con su llegada al América bajo la dirección de André Jardine, el panorama cambió drásticamente. Aguirre encontró la confianza que necesitaba para adaptarse al riguroso ritmo de la Liga MX, desatando una oleada de goles que no solo le valió el reconocimiento dentro del club, sino que también lo catapultó a la selección uruguaya. Su esposa, con un toque de motivación único, le presentó un póster que lo vinculaba con la convocatoria de la selección, añadiendo la frase: “El sueño muere cuando muere el soñador.” En ese instante, Aguirre sintió cómo su corazón se encendía nuevamente, a pesar de la adversidad que lo había agobiado.
Un camino hacia la convocatoria
Rindiendo tributo a su familia y especialmente a Mikaela, Aguirre reveló cómo, cada mañana al levantarse, veía su rostro ilustrado en el póster y renovaba su compromiso hacia el fútbol. Los esfuerzos dieron frutos, logrando anotar 9 goles y proporcionar una asistencia en 19 partidos en el Apertura 2024, contribuyendo así a que el América conquistara un impresionante tricampeonato ante Monterrey.
Con un espíritu renovado y los recuerdos de su oscuro paso por Monterrey, Aguirre se ha transformado en un símbolo de resurgimiento, recordándonos que en el fútbol, como en la vida, a veces es necesario tocar fondo para saber hasta dónde se puede llegar.