Hace unas semanas, el talentoso futbolista español de los Rayados de Monterrey, Óliver Torres, hizo una visita inolvidable al equipo de los Toros de Santiago, un grupo de jóvenes en situaciones vulnerables que residen en la casa hogar Rancho del Rey en Santiago, Nuevo León. Este mágico encuentro, orquestado por su entrenador, Martín Sáenz, se convirtió en un momento cargado de emoción para los chicos, quienes recibieron no solo consejos y obsequios, sino también una buena dosis de inspiración y sueños.
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Una visita que nace del corazón
Martín Sáenz, el apasionado entrenador que ha guiado a decenas de niños durante los últimos ocho años, compartió emocionado en exclusiva sus experiencias sobre la llegada de Torres. «He sido fan de Rayados por años y en visitas a El Barrial contacté a Óliver. Le pedí que enviara un video para los niños, pero él respondió: ‘No, yo voy’. Él mismo decidió venir a conocerlos«, explicó.
El juego de la vida
Durante su visita, los niños tuvieron la oportunidad de compartir la cancha y la vida con Torres, quien se convirtió en un libro abierto listos para conocer su historia y sus secretos futbolísticos. “Les contaba sobre su camino al fútbol, los equipos en los que ha jugado, los rivales a los que ha enfrentado”, relató Sáenz. «Les habló desde el corazón, sobre cómo el fútbol es vida y que los sueños, con disciplina, se pueden alcanzar. Los dejó motivados hasta las nubes».
Impacto más allá de la cancha
El efecto de la visita fue como un golazo en tiempos extra para los Toros de Santiago. Según Sáenz: “La motivación de los chicos pasó de cien a mil. Desde entonces no paran de ganar. Más allá de las jugadas, fue un aprendizaje lleno de valores que Óliver les inculcó. Sin valores, no hay metas que se alcancen».
Un mensaje que resuena
Uno de los pequeños jugadores, Marcos, expresó su gratitud: “Nos dio consejos futbolísticos y personales. Nos enseñó a seguir adelante sin rendirnos, pase lo que pase. Estoy muy agradecido de que, siendo un futbolista profesional tan ocupado, haya venido a conocernos”.
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Una promesa para el futuro
El compromiso de Torres resonó fuerte: “Fue una convivencia tan cercana, como si los conociera de toda la vida. Se llevó el corazón de los chicos y prometió seguir pendiente de ellos”. Para Sáenz, como entrenador, fue un orgullo inmenso. “Conocer a un jugador de ese calibre y tener esta experiencia fue algo inolvidable”.
La visita del futbolista quedará grabada en la memoria de los más de 20 niños de la casa hogar, encendiendo una chispa que los impulsa a brillar “en la vida y en la cancha”.