Nacho Rodríguez, ícono del fútbol mexicano y ex arquero de la Selección durante el Mundial de 1986, ha dejado un legado imborrable tras su partida a los 68 años. Su lucha titánica contra un agresivo cáncer, que lo alejó de los reflectores en los últimos meses, terminó en una derrota que solo el tiempo puede curar.

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Una Batalla Desigual
El diagnóstico fue duro como un gol en tiempo de compensación. Desde las redes sociales, la Federación Mexicana de Futbol y su amigo y ex portero Félix Fernández, fueron quienes rompieron el silencio, anunciando la triste noticia de su fallecimiento. La enfermedad había caído sobre él como una tormenta en una cancha anegada, impidiéndole seguir adelante.
La Comunidad Futbolera en Apoyo
Félix Fernández, cual mediocampista incansable, había compartido la situación crítica de Nacho semanas atrás. Juntos, grabaron un video apelando a la solidaridad del pueblo futbolero, pidiendo oraciones y apoyo económico, por el alto costo del tratamiento que resultó ser un reto imposible de enfrentar.
El Legado de un Guerrero del Césped
Nacho Rodríguez no solo fue un jugador, fue un arquitecto del fútbol nacional. Nacido en Zacatepec, debutó con los Cañeros en 1977, y pronto se ganó un lugar en el Atlético Morelia en 1981, donde su nombre comenzó a hacerse eco entre las gradas.
Continuó su carrera con los Potros de Hierro del Atlante y más tarde con los Tigres de Monterrey, dejando huella en cada césped que pisó. Fue elegido por Bora Milutinovic para integrar la selección en el Mundial de 1986, brillando detrás del mítico Pablo Larios de Cruz Azul.

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Más allá de la Portería
Tras su retiro, Nacho cambió la portería por el banquillo, liderando equipos como Irapuato, Correcaminos, Veracruz, Lobos BUAP y Zacatepec Siglo XXI. Su pasión por el fútbol nunca se apagó, y su memoria quedará arraigada en los corazones de quienes lo vieron volar bajo los tres palos.
El mundo del fútbol despide hoy a un héroe que vivió cada partido como si fuera el último, y deja un vacío que resonará como un estadio en pleno silencio. ¡Descansa en paz, Nacho Rodríguez!
