El Real Madrid, con el viento a favor, busca conquistar las semifinales del Mundial de Clubes enfrentando al Borussia Dortmund en el MetLife Stadium. Los hombres de Xabi Alonso, con toda la artillería lista, llegan como favoritos indiscutibles en un duelo que promete emociones fuertes.
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Once de gala y decisiones estratégicas
El técnico tolosarra ha decidido apostar por su once de confianza, aquel que le ha traído buenos resultados en los últimos encuentros. Aunque Kylian Mbappé ha superado sus molestias, Alonso prefiere que el francés espere su momento en el banquillo. En la punta de ataque, Gonzalo García se alza como el elegido, formando un dúo dinámico y explosivo con Vinicius.
Un camino hacia las semifinales
El vencedor de este electrizante duelo ante el Dortmund tendrá el privilegio de enfrentarse al Paris Saint-Germain, que bajo la batuta de Luis Enrique, recientemente se impuso con apuros al Bayern de Múnich. Por lo tanto, el reto en las semifinales se avizora como una verdadera batalla épica si el Madrid logra sellar su pase.
El peligro de las tarjetas y las bajas clave
Con todas las apuestas sobre la mesa, el Real Madrid deberá desplegar un juego limpio y cauteloso. Todas las miradas estarán puestas en Vinicius y Jude Bellingham, ya que ambos corren el riesgo de perderse el ansiado duelo de semifinales ante el PSG si ven una tarjeta amarilla. Estos jugadores son fundamentales en el esquema de Xabi Alonso, y su ausencia podría sentirse como un vendaval en el régimen merengue.
Lecciones del pasado reciente
No solo los jugadores apercibidos preocupan a la casa blanca. El Real Madrid debería tomar buena nota del choque PSG – Bayern, donde Luis Enrique sufrió la expulsión de Pacho y Lucas Hernández por acciones evitables. En este Mundial de Clubes, cualquier error se paga como el oro.
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Cualquier paso en falso podría cargar la balanza, en estas rondas cruciales no se trata solo de un simple partido, sino de lo que puede desencadenar: sanciones duras y consecuencias a largo plazo. Más vale prevenir, como reza el viejo dicho, que luego lamentarse entre fuegos de artillería pesada.
