El Nàstic de Tarragona logró un triunfo de oro en el Nou Estadi en un duelo fratricida que se resolvió en los momentos más agónicos del partido. Fue entonces cuando Montalvo emergió como un héroe en la noche catalana, anotando el único tanto que otorgó la victoria a los suyos.

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Inicio intenso y decidido
Los pupilos de Dani Vidal saltaron al verde como leones decididos a conquistar la selva, conscientes de que se enfrentaban a un rival directo en la batalla por la promoción. Apenas habían transcurrido tres minutos cuando, en una jugada orquestada con la precisión de un reloj suizo, Antoñín controló magistralmente el balón y lanzó un disparo que Unai Pérez rechazó con instinto felino.
Presión inicial y equilibrio táctico
Esta oportunidad fue el fuego que encendió la mecha del equipo y de una afición que rugía en busca del primer gol. El once ‘grana’ apostó por una presión asfixiante, cual lobo al acecho de su presa, dificultando la salida del Barakaldo. Sin embargo, el ímpetu inicial se fue diluyendo como un azucarillo en café conforme avanzaba la contienda.
Un primer tiempo de letargo y resistencia
A medida que el reloj avanzaba, el Barakaldo entró en el ritmo del partido y logró equilibrar la balanza. Tanto es así que, la primera mitad se transformó en un soporífero vaivén con el balón perennemente disputado en la mitad del campo, sin apenas acercarse a las áreas.
Segunda parte de alta tensión
En la reanudación, el Nàstic retomó la iniciativa con la misma fuerza e ímpetu del principio. Antoñín, en una demostración de pura habilidad individual, y Migue Leal dispusieron de oportunidades claras. Incluso Roberto Torres rozó el tanto, pero su disparo no halló la red. Antoñín volvió a tener otra oportunidad clara en un mano a mano, pero de nuevo Unai se erigió como un muro infranqueable.

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Momento decisivo y gloria final
Los fallos en la definición comenzaron a dar alas al Barakaldo, quien veía cómo podía arañar un empate sin apenas generar peligro alguno. Sin embargo, cuando el duelo parecía destinado a un empate inerte, en los últimos suspiros del encuentro, Montalvo atrapó un balón en el área como si capturara el último aliento de esperanza y condenó al Barakaldo a la derrota.
La resiliencia y el fervor del Nàstic fueron finalmente recompensados, dejando un aire de euforia en el Nou Estadi, donde el fútbol se vivió como una auténtica fiesta para el alma.
