El fútbol, ese arte encantador que nos sacude y despierta pasiones, a veces también muestra su cara más oscura, como un día nublado en pleno verano. Un incidente reciente en A Coruña ha sacudido las redes y el corazón de una madre, cuya hija, una árbitra de tan solo 13 años, fue víctima de acoso durante un partido prebenjamín entre el Victoria y el Silva.
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Una madre alza la voz
Durante el encuentro, la joven árbitra, que está apenas dando sus primeros pasos en el complicado arte de dirigir, sintió el peso de la tormenta. «Yo no me voy a callar porque es encubrir una acción y una actitud que muchas veces se oculta por vergüenza», denunció con valentía Esther Rey, la madre de la joven. Sin duda, un grito que busca eco en los corazones de todos aquellos que aman este deporte.
Los entrenadores: un oasis de cordura
Aunque la situación fue «terriblemente agresiva y maleducada», según relató Esther, los entrenadores de ambos equipos mostraron un comportamiento digno de reconocimiento. A pesar de ello, la ira del delegado del Victoria destacó como un momento oscuro en un partido que debería haber sido pura alegría juvenil. Un verdadero «autoritario» que discutió todas y cada una de las decisiones tomadas por la niña, intimidándola como un lobo aullando a la luna.
El desencanto desde las gradas
La atmósfera dentro del campo fue como navegar en mares agitados. A pesar de llevar un brazalete que claramente indicaba su edad, las críticas y palabras despectivas no cesaron. Incluso un joven jugador, con apenas 7 años, se sintió con derecho a exigirle explicaciones por sus decisiones. Raquel, con una madurez que superaba su corta edad, optó por el camino de la paz y el perdón, demostrando ser una árbitra en potencia, pero más aún, una persona de valía.
Lo que el futuro demanda
El partido no solo puso a prueba a Raquel, sino que también responsabilizó al sistema. La madre, calificando al delegado de «gañán» y «energúmeno», pidió una “orden de alejamiento de los campos de fútbol” para quienes demuestren tal comportamiento. Esther confesó además que su hija «se encontró con un entrenador y tres jóvenes que la acosaron», una experiencia que debería haber terminado con tarjetas y expulsiones.
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Este suceso, como una grieta en el hormigón, pone de manifiesto la necesidad de mejorar la seguridad y educación en el deporte rey. La madre terminó su relato con palabras de aliento para su hija, con la esperanza de que situaciones como esta se enfrenten con la fuerza de mil leones en el futuro. Porque en el fútbol, como en la vida, solo aquellos que perseveran desafían la adversidad y continúan brillando.
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