El París Saint-Germain tenía entre manos una misión casi imposible para coronarse como campeón de la Ligue 1 el 29 de marzo. Dependían de la caída del Olympique de Marsella ante el Stade de Reims, un empate entre el Mónaco y el Niza al final del día, y, por supuesto, una victoria en el terreno del Geoffroy-Guichard. Pues bien, el guion comenzó a tomar forma cuando el Reims, sorprendiendo a propios y extraños, goleó 3-0 al OM, un equipo que bajo la dirección de De Zerbi había soñado con desafiar al PSG, pero terminó siendo una sombra de lo que prometió al inicio de la temporada.

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‘LUCHO’ AGUARDA EL VEREDICTO EN EL LOUIS II
Sin embargo, antes de centrar sus ojos en el emocionante Derbi de la Costa Azul, el PSG debía cumplir con su parte del trato. En el horizonte, un calendario cargado de tensión: ‘semis’ de Copa contra el Dunkerke, una contienda liguera con el Angers y el plato principal, la ida de los cuartos de Champions frente al Aston Villa. Luis Enrique, fiel a su filosofía, restó importancia a la posibilidad de alzarse con el título en marzo, describiéndolo como “una anécdota más”.
Con Safonov en la portería, sustituyendo a Donnarumma tras una actuación para olvidar frente a Alemania, y un banquillo lujoso con jugadores como Marquinhos y Dembélé, el PSG se enfrentaba al Saint-Étienne, un club ilustre que se aferra a la vida en la Ligue 1. Sin embargo, el fútbol puede ser tan impredecible como una tormenta de verano.
LA SORPRESA EN EL GEORROY-GUICHARD
Contra todo pronóstico, el Saint-Étienne hizo resonar las campanas de peligro para los parisinos, con Stassin aprovechando su oportunidad y marcando de cabeza un gol que dejó a propios y extraños con la boca abierta. Pero como un fénix que renace de sus cenizas, Gonçalo Ramos no permitió que el PSG cayera sin luchar, igualando el marcador desde los once metros y manteniendo viva la llama de la esperanza parisina.
Al reiniciarse el juego tras el descanso, el PSG tomó el control del timón y, como un vendaval que arrasa con todo a su paso, dejaron al Saint-Étienne viendo pasar el tren con goles de Kvaratskhelia y Doué. La resistencia local se desmoronó como un castillo de naipes, y la fiesta de goles continuó con la participación de Joao Neves. Con un doblete magistral de Doué y un tanto final de Mbaye, el PSG dejó claro su dominio, mientras las miradas se dirigían hacia el Mónaco en el Louis II. En París, ya afinan las gargantas listos para cantar el tan ansiado alirón.

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