La figura de Perico Escobal es una sombra imborrable en la historia del fútbol español, y su nombre, paradójicamente, ha quedado escondido en el olvido sin recibir el bronce de los homenajes que merece. Arte y resistencia definieron su vida, donde el balón y la lucha social fueron sus compañeros de batalla, hilvanados por la justicia y la pasión por el colectivo.
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Capitán Merengue en Tiempos de Cambio
En 1920, cuando el fútbol aún palpitaba entre lo amateur y lo profesional, Perico colgó en sus hombros el brazalete de capitán del Real Madrid, inaugurando una era en un joven Estadio de Chamartín en 1924. Su historia se enriquece como un tapiz, al participar en los Juegos Olímpicos de París mientras seguía su vocación como estudiante de Ingeniería Industrial. No contento con brillar solo en la cancha, Escobal dejó su huella en la sociedad con la creación de la Asociación de los Trabajadores del Fútbol, el primer sindicato de futbolistas en el país.
Un Rebelde ante el Poder
El destino de Perico no fue únicamente el de un simple jugador, sino el de un revolucionario que, de pies a cabeza, se enfrentaba como un titán contra el orden establecido. Los vestuarios del Real Madrid veían la discordia entre Escobal y figuras como Juan Monjardín, quien después sería un defensor de la Falange Española. Como un faro guiando en la niebla, su postura por los derechos laborales lo convirtió en un emblema de resistencia.
Las oscuras nubes de la política pronto opacaron su horizonte cuando, al culminar su carrera deportiva en su natal Logroño en 1934, se encontró no solo fuera del césped, sino atrapado en el vendaval político que barrió España. Perico sufrió la brutalidad del régimen de Franco, sin arrodillarse nunca ante propuestas de liberación ofrecidas por figuras como el temido Millán-Astray, manteniéndose firme como un roble a pesar de las tempestades.
Brillando en el Exilio
Como un ave fénix que resurge de sus cenizas, Escobal encontró refugio en Nueva York tras su forzado exilio. Su destino se entrelazó con las luces de la ciudad, tal como lo había hecho en la cancha, iluminando barrios como Queens con su maestría como ingeniero. Su legado continuó a través de su hijo, Pedro Escobal, participando en la histórica misión del Apolo 11 de la NASA.
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En el libro ‘Hogar Fútbol’, Patricio Pedro Escobal recibe el homenaje adecuado, narrando su vida más allá de las líneas del campo, una vida que resonó como una sinfonía en defensa de la dignidad humana. Así, aunque el Real Madrid no le rindió tributo, su historia persiste, perenne como un eco entre las gradas vacías y las luces de las urbes donde desplegó su virtud.