En el vibrante escenario del Bernabéu, el fútbol vivió una noche cargada de emociones e intenciones divididas, donde la tensión era tan palpable como el propio balón. El Real Madrid se enfrentó a un partido electrizante contra el Mallorca, marcado por tres goles anulados que desataron la furia de la afición.

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El drama arbitral
El VAR y sus sentencias: el protagonista inesperado
Sánchez Martínez, al frente del arbitraje, junto a Pulido Santana en el VAR, protagonizaron una noche donde las decisiones tecnológicas se convirtieron en el centro de atención. Al Real Madrid le fueron anulados tres goles, dos de ellos por fuera de juego de Mbappé y el tercero, obra de Güler, por mano.
Un primer tiempo bajo la lupa
En la primera parte del encuentro, Mbappé vio cómo se esfumaban dos goles que podían haber inclinado la balanza. Ambos fueron invalidados por fuera de juego. El primero sucedió antes del minuto 10, y aunque la posición fue milimétrica, el VAR sugirió la infracción, generando la primera ola de frustración entre los aficionados, que al unísono clamaron contra la ‘corrupción en la Federación’.
El clímax del desencanto
El tercer gol, de Güler, en un momento en que el marcador estaba ajustado en 2-1, fue otro golpe a las ilusiones blancas. La intervención del VAR, señalando mano, llenó el estadio de cánticos de descontento, resonando un insistente «Negreira, Negreira». Como si fuera el estribillo de una vieja canción de injusticia, la afición expresó un descontento casi poético.

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Opiniones de expertos
En los análisis posteriores, el excolegiado Iturralde González explicó: «Esto no es algo de interpretación. Todas las manos en ataque que acaben en gol y sean inmediatas, hay que pitarlas.» Una regla clara que, sin embargo, no apaciguó el volcán emocional del Bernabéu.
Una jornada donde el fútbol y la polémica bailaron un tango intenso, dejando a la afición madridista entre el orgullo perdido y la esperanza de virar el destino en encuentros futuros.
