Luis Enrique, el arquitecto del sueño parisino, desbordó de alegría al conquistar la primera Champions League en la historia del PSG. Desde su llegada hace dos temporadas, su misión había sido clara: llevar al club más acaudalado de Europa a lo más alto del fútbol continental.

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No es de extrañar que fuera el más radiante sobre el terreno de juego al sonar el pitido final. Después de un cordial saludo a Simone Inzaghi, se lanzó con entusiasmo a felicitar a sus jugadores.
El asturiano, conocido por su célebre frase de que no existen titulares ni suplentes, hizo de esa máxima una realidad tangible. Desde el primer titular hasta el último suplente, como el tercer portero Arnau Tenas, todos compartieron este triunfo monumental como un verdadero equipo.
La Fundación Xana, un legado más allá del fútbol
Conscientemente, Luis Enrique había planeado usar el alcance de la Champions para promover la Fundación Xana, en homenaje a su hija. En un momento conmovedor, recogió una bolsa con una camiseta que destacó el logo de la fundación, engrandeciendo aún más su figura.
Emociones a flor de piel
El estadio estaba inundado de emoción. Gianluigi Donnarumma, siempre cuestionado, fue uno de los héroes silenciosos. Aunque no brilló en la final, su actuación en los octavos frente al Liverpool fue legendaria, asegurando su lugar en el panteón del club.

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Marquinhos, el eterno capitán, experimentó una mezcla de lágrimas y gloria, saboreando el trofeo que tanto anheló.
Un mosaico de esperanza
La celebración fue eufórica, pero controlada. La fama de los seguidores del PSG por su vehemencia quedó atrás con un conmovedor mosaico en honor a la pequeña Xana, simbolizando el sueño de Luis Enrique de un equipo unido por la causa.
Tensión en París
Sin embargo, la capital francesa no compartió la misma serenidad. Mientras que en Múnich la fiesta fue cívica, en París se reportaron algunos disturbios. Incidentes que no oscurecieron un día inolvidable en el que el PSG, finalmente, se coronó campeón.
Con un equipo que superó a las estrellas del pasado como Messi, Neymar o Mbappé, gracias a una armonía y liderazgo genuinos, Luis Enrique demostró que el verdadero triunfo reside en el colectivo. Para lo bueno o para lo malo, él ha sido el líder que el PSG necesitaba.
