¡Qué noche de locura y desahogo en el Mario Alberto Kempes! Vélez Sarsfield, con la vehemencia de un gigante dormido que finalmente despertó, logró una victoria imprescindible frente a Talleres de Córdoba. La máquina velezana volvió a rugir para cortar la racha más esquiva y sacudirse de una vez por todas los nubarrones que empañaban su horizonte en el Apertura.

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El Grito de Libertad
En pleno corazón de Córdoba, Vélez se plantó con actitud de titán y corazón de león. Era un partido de esos de «pompa y circunstancia», donde cada pelota era una batalla a disputar. Desde el pitazo inicial, el Fortín mostró garras y dientes, buscando rascar puntos como un león hambriento en la sabana cordobesa.
Un Desarrollo de Alto Voltaje
- La primera parte fue un tira y afloja constante. Vélez demostraba sus intenciones con llegadas punzantes mientras Talleres no se quedaba de brazos cruzados, respondiendo con contragolpes veloces.
- El primer gol llegó como un trueno en la tormenta: un cabezazo celestial de Lucas Janson, que mandó la pelota al fondo de la red, dejando al arquero cordobés paralizado como una estatua de sal. ¡Bum! El grito sagrado estalló y los hinchas de Vélez enloquecieron.
El Desenlace de una Noche Histórica
Y si la primera parte fue disputada, la segunda fue para alquilar balcones. Talleres buscaba el empate con desesperación, pero la defensa de Vélez —un muro infranqueable— resistía cada embate como si fuese la última línea de defensa de la Gran Muralla China. Los minutos corrían como un maratón en cámara rápida, y el cierre del partido fue una mezcla de adrenalina y nerviosismo.
Un Final de Foto Finish
- Vélez, con corazón aguerrido, defendió su ventaja hasta el último suspiro. Cuando el árbitro hizo sonar el silbatazo final, la cancha se inundó con la euforia de un equipo que supo renacer de sus cenizas cual ave fénix.
- ¡Victoria al fin! La algarabía no se hizo esperar, y el plantel se abrazó como si hubieran ganado una final.
En esa mágica noche, Vélez dejó en claro que el fútbol no se trata solo de goles, sino de espíritu, pasión y la capacidad de reescribirse a sí mismos en cada partido. ¡¡¡Vamos, Fortín!!!
