El público estaba al borde del asiento, la tensión en el aire era palpable. Mientras el reloj avanzaba como si le costara la vida, Vélez Sarsfield y Riestra se enfrascaron en un duelo que prometía emociones hasta el último segundo. Cuando parecía que el destino le jugaba una mala pasada al Fortín, se desató un episodio que quedará grabado en la memoria colectiva de los hinchas.

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Un final inesperado
Con el partido ya en su ocaso, el viento soplaba a favor de Vélez, pero el marcador seguía 1-0 en contra. La tristeza se empezaba a apoderar de los simpatizantes, que esperaban una remontada in extremis. De repente, en un acto de pura comicidad futbolística, ocurrió lo que nadie podía haber previsto: un gol en contra digno de un guion de película.
Un defensor de Riestra, en un intento desesperado por despejar el balón, se encontró con el pie en un lugar equivocado. El remate fue más un «¡Uy!» que un gol, y de un puntazo simpático, la pelota se coló en su propia red. ¡Bam! El estadio explotó en un mar de emociones encontradas: la risa y la incredulidad se mezclaron en un cocktail de alegría insospechada.
Un gol que une corazones
“¡No lo puedo creer!”, gritaban los hinchas, abrazándose entre desconocidos, mientras los rostros de los jugadores de Vélez mostraban una mezcla de sorpresa y euforia. Ese balón, que había sido la pesadilla para el rival, se convirtió en un símbolo de esperanza para el Fortín. En ese instante, cada rincón del estadio vibró como si estuviésemos en la final de la Copa del Mundo.
El ambiente se cargó de una energía que no se veía desde hace tiempo. Las almas de los valientes que sostienen la bandera de Vélez encontraron en ese insólito gol una razón para celebrarlo todo. Era el instante mágico, el que hace del fútbol una pasión desbordante: «¡A no bajar los brazos!», recordó el más viejito del estadio, que había vivido tantos momentos así.

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Las emociones estaban a flor de piel; la noche prometía ser inolvidable. Si bien Riestra se había hecho fuerte, ese inesperado gol en propia puerta se convirtió en un bálsamo para la angustia de los velezanos. Así, con más corazón que cabeza, el Fortín rescató un punto valioso que sabe a triunfo, porque en el fútbol, como en la vida, a veces un golpe de suerte es todo lo que se necesita para volver a creer. ¡Y vaya si se creyó!
