La fiesta en el Monumental fue total. En un paisaje de fuegos artificiales, aliento y banderas ondeando, Subiabre se convirtió en el héroe de la tarde. Su primer gol con la camiseta de River Plate llegó como un susurro en el viento, pero resonó como un trueno en los corazones de miles de hinchas. ¡Qué momento! La hinchada estalló en un grito ensordecedor, y el “¡Vamos River, carajo!” retumbó en las tribunas como un latido masivo.

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El Gol que Hizo Vibrar el Monumental
Con el partido en marcha, y la presión en el aire, Subiabre recibió la pelota en tres cuartos de cancha. Mirando hacia adelante, hizo una jugada digna de magos del fútbol. Se deshizo de un marcador como si fuera un chicle pegado en el zapato y, con un tiro certero que parecía un relato de cuentos de hadas, la pelota se coló en el ángulo superior del arco. ¡Goooool! El estadio estalló en un mar de euforia. Las almas de los hinchas parecían elevarse entre las nubes, y los murmullos de incredulidad se convirtieron en cánticos tribales.
La Emoción de un Primer Gol
No fue solo un gol: fue un grito de guerra, un tsunami de emociones que recorrió cada rincón del Monumental. Subiabre, con la camiseta blanca y roja, desató la locura como si fuera el conductor de una orquesta sinfónica. Su celebración fue un poema hecho movimiento, abrazándose con sus compañeros, mientras la hinchada lo vitoreaba como a un rey. «¡Es un fenómeno!», se escuchaba entre la multitud, y cada uno de los presentes sabía que ese momento quedaría grabado para siempre en la historia del club.
El chico, que llegado de un equipo menor, hoy demostró que tiene la madera de los grandes. Desde ahora, su nombre será parte del folclore riverplatense, y cada vez que los hinchas escuchen el eco de un gol en el Monumental, recordarán el instante en que Subiabre se despachó con su primer grito. En las tribunas, los corazones latían al unísono con cada jugada, y la promesa de un futuro brillante se dibujaba en el horizonte. ¡Qué espectáculo, por Dios! River Plate sigue soñando, y con jugadores como Subiabre, el cielo es el límite.
