«¡Estoy contento como un pibe en el Día del Niño!», exclamó Juan Román Riquelme con esa chispa que lo caracteriza. La noticia de la llegada de un amigo a «la casa» lo tiene emocionado, como un hincha que ve a su equipo levantar la copa. En un tono apasionado y lleno de energía, el ídolo de Boca compartió sus sentimientos, remarcando la importancia de este reencuentro en su vida y en la del club.

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El regreso de un ícono
Riquelme no se guardó nada al referirse a la llegada de su compañero: «Es como si tuviera a un hermano en casa, y no es para menos». La historia entre ellos es más profunda que un simple vínculo; se entrelaza con recuerdos de gloria y momentos inolvidables en la cancha, donde sus gambetas y asistencias brillaron como estrellas en una noche clara en La Bombonera.
La conexión es inquebrantable
Un lazo especial, casi como si fueran dos piezas de un rompecabezas que finalmente encajan. Ambos jugadores comparten una química que trasciende el juego. La afición espera verlos juntos nuevamente, como dos bailarines de tango que se conjugan a la perfección, desafiando el tiempo y dejando huella en cada jugada.
Es un momento de euforia, un grito de alegría que retumba en las calles: «¡Vuelve la magia!». La hinchada se frota las manos, atenta a lo que los astros de Boca tienen preparado para el próximo encuentro. La pasión desbordante de Riquelme es un indicativo de lo que está por venir, y la expectativa crece como la espuma en una cerveza bien fría en pleno verano.
Así que, amigos, ¡prepárense! Porque cuando «el amigo» llegue a la casa, la fiesta está asegurada. ¡Esto recién comienza y los corazones latirán más fuerte que nunca!

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