La billetera de ilusiones de Racing se cerró en Santiago del Estero. La Academia no pudo encontrar el norte y cayó ante Central Córdoba en un partido de esos que duelen, que hacen que el corazón lata a mil por hora y que deja a los hinchas con un nudo en la garganta. Este encuentro fue la última oportunidad de seguir soñando en la lucha por el Torneo de la Liga Profesional, y el sueño se esfumó como un viento de verano.
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Un primer tiempo a pura expectativa
El primer tiempo fue como un tango bien montado: un vaivén de emociones, con Racing intentando hacer su juego, pero Central Córdoba plantó un cerrojo que parecía más impenetrable que Fort Knox. La Academia, apremiada y con la presión de la tribuna, buscó abrir caminos a través de la magia de sus mediocampistas, pero cada intento era como tirar un dardo al aire, sin precisión ni destino.
Cuando el reloj marcaba los 25 minutos, una jugada parecía iluminar la cancha: un pase filtrado de Hauche que desnudó a la defensa local. Pero el delantero, en vez de definir, decidió hacer malabares. La pelota se escurrió como agua entre los dedos, y el grito de gol se quedó atascado en las gargantas.
Un segundo tiempo que se volvió una pesadilla
En el segundo tiempo, la historia fue aún más dolorosa. El equipo local aprovechó un error en la salida de Racing y, como un lobo acechando, no perdonó. A los 60 minutos, un contragolpe fulminante terminó con un remate que hizo vibrar a todo el estadio. ¡Gol! La redonda besó la red y los corazones académicos se desplomaron. Los de Avellaneda estaban tomando agua en un desierto de impotencia.
Bajo el rugido de los hinchas del Ferroviario, Racing intentó reaccionar. Pero cada intento parecía ser un grito ahogado. Un disparo lejano de Copetti pasó silbando por el travesaño, y la suerte, que parecía sonreírle a la Academia, se disfrazó de bruja.
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El triste epílogo
El pitido final fue un balde de agua fría que dejó a Racing en el suelo, descompuesto y con la mirada perdida. La desilusión se palpó en el aire, y los rostros de los jugadores contaban historias de lucha y entrega, pero también de frustración y desencanto. La lucha por el torneo se esfumó y con ella, las esperanzas de un título. Ahora toca recoger el corazón hecho trizas e ir en búsqueda de nuevos horizontes, pero esta vez, con el alma golpeada y la mente ansiosa por resurgir.
Queda claro: en la vida del hincha de Racing, la pasión es un juego de altos y bajos, un viaje en montaña rusa donde la alegría y el sufrimiento se dan la mano. Hasta la próxima, Academia.