La noche en el Coloso Marcelo Bielsa fue un verdadero calvario para Boca Juniors. La derrota ante Newell’s dejó una huella profunda, como un rayo que parte un árbol en dos. Con un 2-0 que refleja lo sucedido en la cancha, el Xeneize se fue de Rosario con el corazón en la mano y varias dudas en el aire. La imagen del equipo, que alguna vez brilló como el oro, hoy se siente opaca, como una luna llena cubierta por nubes.
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Gago y el adiós a la ilusión
Tras el pitido final, Guillermo Gago, siempre el caballero en el banquillo, no pudo ocultar su desazón. Con esa mirada intensa que lo caracteriza, lanzó una frase que se siente como un balde de agua fría: «Jugamos muy mal». Las palabras, duras y sinceras, resonaron en el vestuario, como un eco que todavía reverbera.
El técnico analizó ante la prensa los puntos grises de su equipo. «No encontramos el juego», dijo, como quien busca en vano las llaves en un bolsillo olvidado. Se le notaba en la cara, en cada arruga de preocupación, que sentía que habían dejado pasar una chance de oro. Boca no logró hacer pie, y se dejó llevar por la corriente de un Newell’s que salió a balear desde el arranque.
Castigo a Palacios y decisiones clave
Una de las decisiones más controversiales fue la de la exclusión de Palacios de la lista de convocados. “Tuvo una mala actitud” fue lo que deslizó Gago sin rodeos, como un filósofo que escupe la verdad. Se siente la presión en el aire, y las decisiones se hacen más pesadas en momentos como este, donde cada detalle cuenta.
Los primeros minutos de juego ya presagiaban problemas: la defensa boquense se tambaleaba como un carrito de golosinas en un día de viento. Y así fue como el primer gol de Newell’s llegó como un palo a la espalda, marcando la pauta de lo que sería un juego aciago. La jugada, a los 34 minutos, fue un baile del delantero que, tras recibir un pase milimétrico, fusiló al arquero Rossi. Un grito de euforia en las gradas que resonó como un trueno.
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Pero Boca no solo dejó su corazón en la cancha; también dejó su juego. Las oportunidades de convertir fueron escasas, como un oasis en el desierto. Las llegadas de los Xeneizes se diluyeron en el aire, y Newell’s, con la camiseta a rayas como estandarte, supo aprovechar cada desacierto. El segundo golpe, otro tanto que marcó el sello de la noche, cerró el marcador. La bronca y la impotencia se mezclaron en el ambiente, se olfateaban las críticas a la vuelta de la esquina.
Afrontar la tempestad
Lo cierto es que Gago, con el temple de un gladiador, deberá reconstruir su equipo de aquí en adelante. Boca se enfrenta a un camino lleno de espinas, donde cada partido será crucial. La pregunta que queda flotando es: ¿podrá el Xeneize superar esta tormenta y retomar el rumbo hacia la gloria que todos anhelan?
Hoy, más que nunca, los hinchas esperan una respuesta sólida, un despertar que enderece el rumbo de un barco que, por el momento, navega en aguas turbulentas. ¡A levantarse, que esto recién empieza! La pasión del fútbol argentino grita, y el Xeneize tiene una historia que escribir.
