En un final de película, en la mismísima última jugada, San Lorenzo tuvo en sus manos la oportunidad de oro para quedarse con el triunfo. Sin embargo, la historia se escribió distinta. El encargado de cambiar el destino, Fydriszewski, tuvo la bola en el punto penal, pero se le nubló el día y la pelota voló sin destino al fondo de la red. ¡Una chance que dejó a todos con el corazón en la garganta!
Un partido al rojo vivo
El Ciclón y Godoy Cruz nos regalaron un encuentro de esos que se graban en la memoria. Desde el pitazo inicial, la cancha fue un hormiguero en ebullición; los espectadores al borde de sus asientos, sintiendo cada pase, cada corrida, como si estuvieran ahí, en el césped, con los jugadores.
- Idas y vueltas que desafiaban al destino.
- Oportunidades que llovían como una tormenta de verano.
- El gol que nunca llegó.
El desenlace inesperado
Llegó el minuto fatídico, el minuto 90+, y el árbitro cobró la pena máxima. Era el momento del héroe. Fydriszewski se plantó frente al arco como un titán dispuesto a hacer historia, pero el destino quiso que ese balón no entrara. ¡Boom!, el murmullo de cientos de almas se convirtió en un silencioso asombro, como un trueno lejano que retumba y se desvanece.
Con ese empate, San Lorenzo deja escapar dos puntos que hubieran sido oro puro en su carrera por el campeonato. Pero así es el fútbol, una montaña rusa de emociones donde la esperanza se cuela por cada resquicio.
La reflexión final
A pesar de que el empate dejó un sabor agridulce en el paladar de los hinchas cuervos, ambos equipos demostraron estar a la altura de las circunstancias. Queda la lección, esa que siempre nos deja el fútbol: nunca sabés cuándo el destino te va a dar una chance de oro ni cuándo te la va a arrebatar de las manos. ¡Así vibramos y vivimos el fútbol en Argentina, con el corazón en la mano y la pasión a flor de piel!