En un encuentro que tenía a todos al borde de la butaca, el equipo de Fernando Gago salió al campo con la fuerza de un huracán pero, al final, se llevó una sensación agridulce. El director técnico no se guardó nada y dejó en claro que la victoria era un objetivo inplanteable: “Teníamos que ganar, nos faltó tener más control”. Y qué razón tiene. Este match se transformó en una montaña rusa de emociones que, en varios momentos, hizo vibrar a la multitud como si fueran truenos en una tormenta eléctrica.
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Más control, menos sufrimiento
El partido empezó con un ritmo frenético, donde desde el primer minuto los jugadores se dejaron el alma en cada pase. Sin embargo, a medida que el juego avanzaba, el equipo se fue alejando de la tenencia del balón. Las ocasiones empezaron a caerse como hojas en otoño, y los errores no tardaron en salir a la luz. Cada decisión, cada pase mal ejecutado, se sentía como un puñal en el corazón de los hinchas, que no paraban de alentar a su equipo con cánticos que reverberaban en el aire.
La defensa, a ratos sólida, en otras ocasiones temblaba como un flan frente a los embates rivales. “No podíamos dejar que estos minutos se nos escaparan de las manos”, remarcó Gago con esa vehemencia que lo caracteriza. Al final del primer tiempo, la preocupación era más que evidente: el control del juego se pareció más a un sueño que a una realidad.
Jugadas que marcan la diferencia
Una jugada en particular hizo delirar a la hinchada: un desborde por la banda izquierda que terminó en un centro milimétrico, casi como un poema escrito en el aire. ¡El estadio estalló! Pero, a pesar de la emoción, el balón se fue desviado, y en ese instante se sintió el aliento de todos conteniéndose. “Sabíamos que teníamos que cerrar el partido, que no podíamos dejar que el rival respirara”, enfatizó el técnico, con esa mirada que lo dice todo.
Sin embargo, los minutos fueron pasando y, a medida que el reloj avanzaba, el control del juego se esfumaba como un suspiro. Las decisiones de los árbitros también hicieron rodar la polémica, levantando la voz de un público que no se calla ni ante la adversidad. ¡Ay, Dios! Con cada falta, con cada tiro libre cercano al área, el corazón se paraba un instante. “A veces el fútbol es así de cruel, pero necesitamos aprender a jugar con la presión”, reflexionó Gago al finalizar el partido.
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El saldo final dejó sabor a insatisfacción. “Nos queda la enseñanza de que, si queremos ganar, debemos tener el juego en nuestras manos”, aseguró Gago con la determinación de un guerrero que sabe que debe levantarse y volver a luchar. La pasión por el fútbol argentino nunca muere, y si algo quedó claro, es que la próxima vez, ¡será a ganar en grande! ¡Vamos, muchachos, que el camino apenas comienza!
