¡Qué momento, che! Ángel Di María, ese ícono del fútbol argentino, se sacó el sombrero y le dedicó un mensaje de los que hacen vibrar el corazón a Miguel Ángel Russo. En una especie de carta abierta, el Fideo se deshizo de elogios hacia su exentrenador, mientras recordaba esas hazañas y momentos que forjaron su camino en el fútbol.

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Un abrazo desde el corazón
«¡Miguel, amigo!» comenzó Di María, evocando recuerdos que parecen venir de otra época. Ese tipo, que ha dejado huella en cada equipo que ha dirigido, siempre estuvo presente en los momentos más críticos. «Tu confianza en mí fue como un faro en la tormenta», expresó, reconociendo el apoyo incondicional que Russo le brindó. ¡Esos momentos son los que marcan la diferencia!
Jugadas que quedan grabadas
Recordó jugadas inolvidables, esas que hacen saltar del sillón a cualquier hincha. «Recuerdo aquel partido donde me dijiste que se viene el ‘Fideo’ y yo solo podía pensar en hacer lo mejor por el equipo», comentó Di María con una chispa en los ojos. Y es que, para él, cada instrucción de Russo era como un golazo al ángulo, lleno de pasión y determinación.
En un ambiente cargado de emociones, Fideo también rememoró la cercanía de Russo, un tipo que no solo es un maestro en la táctica, sino también un amigo. «¡Tus charlas en el vestuario eran como un buen mate, siempre reconfortantes!», agregó, mientras resaltó el compañerismo que ambos compartieron en cada encuentro.
La huella de un grande
Di María dejó claro que el legado de Miguel Ángel Russo no se limitó a lo deportivo. «Hiciste de mí un mejor jugador y una mejor persona», afirmó con la voz entrecortada. Las lecciones de vida que aprendió bajo su ala son invaluables, un verdadero maestro que sabe enseñar más allá de la cancha.

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Así, con un mensaje lleno de gratitud y amistad, el Fideo se despide en un tono que resuena en el corazón de todo fanático del fútbol argentino: «¡Gracias, Miguel! Por enseñarme que el fútbol es más que un juego; es pasión, vida y, sobre todo, amistades que perduran para siempre!» ¡Qué grande, Di María, y qué grande, Russo!
