A pesar de la abundante mesa repleta de hamburguesas y buenos tragos, la noche dejó un regusto a injusticia en el ambiente. En una cena en Esquina, Corrientes, el anestesiólogo y famoso vecino Rolando Vallone provocó una chispa de escepticismo entre los más jóvenes al recordar los 30 años de Rodolfo Acevedo como parte del círculo más íntimo de Diego Maradona. “¿Qué va a vivir con Maradona el Mudito?”, se escuchó entre susurros, y esa incredulidad hizo eco en el alma de Acevedo, impulsándolo a compartir su historia.

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Reviviendo una historia casi olvidada
“Por eso me puse a escribir un libro. Era una historia casi olvidada”, confesó Vallone a Infobae, refiriéndose a la biografía de su amigo, “Rodolfo, el Mudo Maradona”. En Esquina, ese pequeño rincón donde nacieron Doña Tota, Don Diego y tres de las hermanas del ídolo, el Mudito es una leyenda en sí mismo. A lo largo de esas tres décadas con la familia Maradona, su apellido original se desvaneció, quedando ligado para siempre a la historia de un dios del fútbol. Sin embargo, en su sencilla casa, en la que vive con uno de sus hermanos, no hay rastros físicos de aquel pasado dorado: ni camisetas ni botines que hoy valdrían un dineral. “Solo tiene las fotos, guardadas en una caja de zapatos”, enfatiza Vallone. No es desinterés, sino que el Mudito, al igual que su amigo, es generoso y ha ido regalando recuerdos cada vez que regresaba a su provincia.
Recuerdos de infancia y fútbol en la tierra natal
El Mudito, noveno hijo de mamá Alicia, una incansable empleada doméstica, creció en el mismo barrio que la abuela del campeón del 86. Esquina, su hogar, sería el escenario de picaditas memorables con un joven Diego. En la antigua cancha de la escuela Sausal, donde el barro y la tierra hacían de las suyas, las habilidades de Maradona eran un espectáculo que congregaba a la multitud. “Jugaba descalzo y por eso, hasta los vecinos hicieron una colecta para comprarle zapatillas”, relata Vallone en su libro, rememorando aquellos días dorados.
Desde entonces, Acevedo se integró rápidamente con Lalo y Hugo, los hermanos de Diego. Cuando el ícono regresaba a su ciudad natal en busca de descanso, el Mudito se convertía en su mano derecha: encargándose de los mandados, trayendo leña o preparando el fuego para la cena. “Les había caído simpático”, cuenta Vallone. A sus solo 11 años, Diego y Chitoro decidieron llevarlo a Buenos Aires por unos días que, se volvieron treinta años. ¡Así de intensa fue la historia de su amistad!
Una conexión más allá de las palabras
A pesar de su hipoacusia, Rodolfo Acevedo se comunicaba con soltura. “Cuando quiere mencionar algo de Diego, hace la seña de un rulito en la cabeza, por la cabellera que tenía al inicio de su carrera”, detalla su biógrafo y amigo de toda la vida. En la emblemática casa de Villa Devoto, Acevedo fue acogido como un hijo más y disfrutó de un lugar privilegiado en la mesa familiar.

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Viajó con Boca a China, conoció ciudades como Barcelona y Nápoles, y vivió momentos íntimos como el festejo tras ganar el Mundial en 1986. Hay un famoso video donde despierta a Diego con un mate —¡qué manera de arrancar el día!— y otro donde, en un picado improvisado, se convierte en el defensor implacable que detiene a su amigo con fuerza brasileña.
Recuerdos felices y despedidas inesperadas
Los Maradona lo trataban como a uno de los suyos; Acevedo, por su parte, ayudaba en la casa, limpiando la pileta y cortando el pasto. En 2003, con la vida cambiando y los hermanos de Maradona volviendo a sus senderos, el Mudito tomó la decisión de regresar a Esquina para cuidar de su madre. Cobra una pensión y trabaja como jardinero, pero jamás imaginó que la vida le jugaría una carta cruel: Pelusa partiría en 2020, en plena pandemia, y él no podría despedirse en el funeral.
Pero la conexión se mantiene viva. En carnaval, las hermanas de Diego visitaron Esquina para inaugurar una sala dedicada al Diez en el museo local. El Mudito no solo regresó a su lugar de origen, sino que también recuperó su apellido, Maradona, que lleva con orgullo como una bandera.
Un día, con su bicicleta playera amarilla, se presentó en el hotel donde se alojaron las hermanas, pidiendo permiso para llevarse a un niño a pescar como antaño hacía con Diego. En su pueblo, el Mudito resurgió como Maradona —y esta vez, es para siempre…
