El último clásico entre Rosario Central y Boca Juniors dejó una marca imborrable, pero no solo por el resultado en la cancha. La noticia cayó como un balde de agua fría sobre los hinchas auriazules: Alejo Véliz, la joyita del Canalla, se retiró entre lágrimas del campo de juego, dejando a todos con el corazón en un puño.

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Fue en un momento crítico del partido, cuando el reloj marcaba los últimos minutos y el ambiente se tornó electrizante en el Gigante de Arroyito. Véliz, que había estado jugando a un nivel sublime, veloz como un rayo y con la habilidad de un mago, sintió de repente el peso del dolor. Con cada jugada, su talento brillaba, pero esa noche no fue solo fútbol, fue emulación de emociones: pasión, angustia y, por supuesto, el llanto que resonó entre los abrazos de sus compañeros y los gritos de la tribuna.
Central ya anunció que el joven delantero fue sometido a estudios médicos para determinar la gravedad de su lesión. Los rumores corren como reguero de pólvora: muchos temen que pueda ser una lesión seria, dejando a la hinchada con un sabor agridulce. “La verdad, estamos todos con la cabeza en la luna. Esperamos que no sea nada grave”, comentó un reconocido sector de la popular, donde la fe nunca se apaga.
Lesión y esperanzas
La preocupación se siente en cada rincón del club. La afición sabe que Véliz es más que un jugador; es el latido de un Rosario Central que lucha con garra y determinación. Las malas lenguas dicen que los cazadores de talentos de otros clubes ya deben estar afilando las garras para hacerse con él. Pero, por ahora, la prioridad es su salud y la recuperación.
- Además, algunos datos que no se pueden dejar pasar:
- En lo que va del torneo, Véliz ha sido crucial, marcando goles que han hecho estallar el Gigante.
- Su conexión con los hinchas es auténtica; cada vez que toca la pelota, el estadio se transforma en un coro de aliento.
- El futuro del Canalla depende de recuperarlo, porque sin él, sería como un café sin azúcar: amargo e insípido.
Por ahora, la expectativa crece y la hinchada se aferra a la esperanza de un pronto regreso. Como dicen en estos casos, “no hay mal que dure cien años”, ¡y queremos volver a ver al pibe a pura magia en la cancha! ¿Cómo seguirá esta historia? Tendremos que esperar y ver, pero una cosa es segura: la pasión por Central nunca se apaga.

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