Ronaldinho es una auténtica leyenda del fútbol, no solo en Brasil, sino en cada rincón del mundo. Ese carisma que irradia ha logrado superar cualquier rivalidad, convirtiéndolo en un ídolo hasta en Argentina. El eterno 10, quien le cedió su camiseta a Lionel Messi en el Barcelona y fue fundamental en los primeros pasos del astro argentino, se encuentra preparándose para celebrar su cumpleaños número 45 de una manera muy distendida: mate en mano y un asado a la cruz como el que hacen los gauchos.

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Aunque su hogar en Porto Alegre lo presenta como un «gaúcho», el paisaje que tiene a su alrededor dista mucho de las pampas del Martín Fierro, ya que detrás del exfutbolista se puede ver una piscina resplandeciente, vegetación exuberante y una fruta que podría generar un pequeño debate en nuestras tierras: ¡un ananá! Si lo come Ronaldinho, habrá que probarlo.
Así lo mostró Ronnie en unas imágenes que él mismo compartió por sus redes sociales, donde brinda un vistazo a su vida alejada de las canchas. Transmite una imagen de soledad y reflexión, mientras observa el fuego, mira a la cámara y, como siempre, sonríe con esa sonrisa que conquistó corazones tanto dentro como fuera del campo.
«Es tan bueno estar en casa… ya comenzó la celebración de cumpleaños», escribió el mago brasileño, a quien todos admiraban y que se alzó con el título de campeón del mundo en Corea y Japón 2002, junto a Ronaldo, Rivaldo, Roberto Carlos y Cafú, entre otros titanes.
Un Dinho distendido y auténtico
Las 24 horas previas a su aniversario lo encontraron disfrutando de una de sus pasiones más viejas: jugando al fútbol sobre la arena, con una vincha y su melena al viento, mostrando que su amor por la redonda sigue intacto. Esa misma pasión es la que comparte en sus escuelitas y academias, donde se encarga de difundir su marca registrada: la gambeta.

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«Siempre manejé la pelota pensando en la gambeta o en la posibilidad de marcar un gol. ¡Ven conmigo a aprender!» es el llamado que hace en otra de sus publicaciones, recordándonos que, a pesar de sus años, el espíritu del juego aún corre por sus venas.
La vida de un ídolo sin límites
Capaz de recorrer el mundo como una estrella mediática, ya sea como actor en una publicidad o DJ en los carnavales, la vida de Ronaldinho es una feria de sorpresas. Desde hacer bailar a defensores hasta poner a todos a mover el cuerpo como DJ, ¡así es el carisma del crack!
El ocaso de una carrera brillante
En 2018, Ronaldinho sorprendió al mundo cuando anunció su retiro del fútbol profesional. Aunque la noticia fue dada por su hermano, Roberto de Assis Moreira, su eco resonó como si fuera el mismo Dinho quien lo dijera. Después de un parón de casi tres años -su último club había sido el Fluminense-, el mago viajó alrededor del mundo, regalando su magia en amistosos por países como Ecuador, Honduras, Guatemala, Costa Rica e India, atrapando la atención de numerosos equipos que intentaron seducirlo.
Su carrera arrancó en 1998 en el Gremio, donde jugó 121 partidos y anotó 58 goles. Su talento lo catapultó rápidamente al fútbol europeo, pasando por el PSG, donde un suceso polémico le permitió llegar a la cima del fútbol mundial.
La etapa de los sueños
Tras dos temporadas en el PSG, Ronaldinho se trasladó al Barcelona, donde alcanzó su mejor versión y conquistó dos ligas, dos Supercopas y la anhelada Champions League. Su espectacular desempeño lo llevó a obtener el Balón de Oro en 2005, el único de su carrera, un reconocimiento más que merecido. En ese equipo, además, se transformó en el padrino de un joven Lionel Messi, quien empezaba su propia leyenda.
La vida nocturna y ciertos deslices en los entrenamientos lo llevaron al Milan, donde aunque no brilló como en Barcelona, al menos sumó un trofeo más a su impresionante palmarés. Luego regresó a Brasil, sumando pasos por Flamengo, Atlético Mineiro y Fluminense, y hasta dejó su huella en Querétaro en México, marcando así una trayectoria llena de magia y talento.
Con más de 100 partidos disputados y 35 goles con la selección brasileña, Ronaldinho hizo historia al convertirse en campeón del mundo en 2002, dejando su impronta en cada uno de los partidos que disputó. Su retiro, a los 37 años y tras 17 temporadas de adrenalina pura, marcó el final de una era, pero su legado sigue vivo en el corazón de millones.
