El regreso de Ángel Di María a Rosario Central, ese momento esperado que parecía un cuento de hadas, se convirtió en una pesadilla gracias a Vicente Poggi y Godoy Cruz, que le arruinaron la fiesta al Fideo. ¡Qué manera de llegar y desatar tempestades en un duelo que prometía ser épico!

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Un recibimiento de gloria y sombras
El Estadio Gigante de Arroyito vibraba como una olla a presión. La hinchada canalla, colmada de emociones, ansiaba ver a su ídolo, un hijo pródigo que regresaba a casa tras un periplo en el viejo continente. Pero la realidad se llevó toda la fiesta por delante. Desde el primer silbato, los de Mendoza mostraron unos dientes afilados, listos para morder.
Poggi, el verdugo en la sombra
¡Qué cruce! Cuando el reloj marcaba apenas 10 minutos, Poggi, como un relojero meticuloso, se adueñó del balón y, con un pase milimétrico, habilitó a su compañero que cortó la red canalla con un zapatazo que resonó como un trueno. ¡Bam! Godoy Cruz rompía el encanto y dejaba a Di María, y a toda la hinchada, con el corazón en un puño.
Y no solo eso, sobrevino otro golpe a la moral. A los 35 minutos, un error defensivo dio pie a un contraataque fulgurante de Godoy Cruz, que terminó en un cabezazo que se tragó el grito de gol. La afición de Central, aturdida y en silencio, no podía creer lo que estaba viendo: el sueño de un regreso glorioso se esfumaba ante sus ojos.
El toque de Di María y la esperanza apagada
A pesar de la tempestad, Di María mostró esos destellos de magia que lo llevaron a conquistar Europa. Se las ingenió para hacer una jugada individual deslumbrante, fintando con la agilidad de un gato. Pero cuando se disponía a definir, la defensa del Tomba se cerró como una trampa mortal y el remate se perdió en el aire, dejando a los hinchas al borde del desmayo.

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El segundo tiempo fue más de lo mismo. Central intentó remediar el desastre, pero cada intento era como lanzar piedras a un mar embravecido. La lluvia caía y cada gota parecía burlarse de las ilusiones canallas. ¡Qué difícil era esto!
Un desenlace amargo
El pitazo final resonó como un eco doloroso en el corazón de todos los presentes. Rosario Central quedó mudo, y Di María, en su retorno, se despidió con la mirada perdida, como quien ha perdido un tesoro. Godoy Cruz, en cambio, celebró con la rabia de quien sabe que arruinar un festejo es el más dulce de los venganza.
La fiesta soñada se convirtió en un lamento. Y así, Vicente Poggi y Godoy Cruz se llevaron la gloria, dejando a un Di María desolado ante su gente. ¡Un desenlace digno de una tragedia griega! Pero así es el fútbol, un deporte que se juega con el corazón y se vive con el alma.
