La caída de River Plate ante Rosario Central ha dejado un eco ensordecedor en el Monumental, transformando la alegría de un club en un mar de preocupaciones. ¡Qué dura fue la tarde para la «banda»! El equipo se presentó con el ímpetu de un león hambriento, pero se encontró con una muralla que resultó ser el arquero adversario, una figura a la que le hicieron falta los tiradores de un viejo oeste.

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Apenas iniciado el encuentro, el Millonario buscó marcar su dominio. Con un juego fluidísimo, protagonizado por los mágicos pies de Nacho Fernández y el desborde constante de Ezequiel Barco, se palpaba en el aire que ¡gol estaba al caer! Pero la pelota, caprichosa como siempre, decidió desviarse, dejando a los hinchas a punto del grito sagrado. Sin embargo, cuando el reloj marcaba el minuto 25, llegó una jugada que dejó a todos con el corazón en la garganta. Un error garrafal en la defensa riverplatense permitió que Rosario Central, a toda velocidad, embocara el primer tanto y llevó a la tribuna a un silencio absoluto.
Un remontar difícil
El segundo tiempo comenzó con un River decidido a dar la vuelta a la historia, pero el viento soplaba en contra. Cada intento de ataque se ahogaba en el abarrotado mediocampo rival. Las ilusiones de los hinchas, esas que volvían a tejerse partido tras partido, parecían desvanecerse como humo. La tensión era palpable: ¡cada minuto perdido era un latido menos en el corazón de los millonarios!
Incluso con los cambios, la energía que solía desbordar cada rincón del Monumental se apagaba. La desesperación comenzaba a reflejarse en los rostros de los jugadores, como si llevasen el peso de un océano sobre sus hombros. La esperanza llegó en los pies de Lucas Beltrán, quien tuvo una chance clara frente al arco. Pero, otra vez el destino jugó su mala pasada, y el balón pegó en el palo, como si un dios enemigo se interpusiera en el camino.
El futuro en juego
La derrota quedó sellada, y con ella, la pregunta que resuena en cada esquina: ¿Qué pasará con la clasificación a las copas? River, ahora más que nunca, deberá apretar el puño y levantarse tras esta caída. Cada partido será crucial, cada punto, una vida más en la pelea eterna por la gloria.

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La hinchada, siempre fiel y entusiasta, seguirá alentando con la pasión que solo ellos saben dar. Para River, la historia continúa: habrá que pelear hasta el final, porque en este deporte, como bien sabemos, ¡nunca se debe bajar los brazos!
