¡Qué noche mágica en el templo del fútbol Argentino! En una de esas jornadas que quedan grabadas en la memoria, Ángel Di María se llevó todas las luces y aplausos con un golazo olímpico que hizo vibrar a cada rincón del estadio. Este tanto, que entró a la red como un rayo en una tormenta, es el tema del que todos hablan.

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El golazo que sacudió al estadio
Como un tango bien bailado, el balón describió una curva perfecta, danzando en el aire mientras la multitud contenía el aliento. ¡Y ahí estaba! El arquero pibe Brey, enfrentándose al embate del destino, sin oportunidad alguna ante semejante genialidad. Di María, con la picardía de un veterano y la destreza de un mago, supo que el joven guardameta no estaba en su mejor momento tras no haber jugado regularmente. ¡Y vaya si lo aprovechó!
La jugada maestra
Desde el rincón de la cancha, la pelota salió con veneno del pie de Di María, girando como un trompo y con un destino claro: la red. Fue un instante eterno donde el tiempo pareció detenerse, y en un santiamén, sonó el golpe seco del cuero contra la malla. ¡Gooooooooool! La hinchada explotó como nunca, el estadio tembló bajo los pies de los fanáticos que no paraban de saltar.
Un gigante entre mortales
Cuando Fideo se prepara para estos momentos, es como si el universo entero conspirara a su favor. El genio de Rosario lo hizo de nuevo, demostrando que, cuando habla de fútbol, la pelota lo escucha y obedece. Con la agudeza de un lince y la frialdad de un iceberg, decidió probar suerte y vaya si fue una decisión acertada.
En definitiva, Di María nos regaló una de esas noches que hacen a este deporte el espectáculo más emocionante del planeta. ¡Gracias, Ángel, por hacernos volar tan alto!

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