Tras un emocionante capítulo del clásico del fútbol peruano, la directiva de Universitario de Deportes ha salido al ruedo con la camiseta bien puesta, manifestando su descontento no solo con el resultado, sino también con el polémico arbitraje liderado por Jordy Espinoza. Al sonar el pitazo final del duelo ante Alianza Lima en el Monumental, el director deportivo Álvaro Barco no dudó en expresar su frustración. Como buen ‘crema’, levantó la voz y criticó sin rodeos el desempeño arbitral, prometiendo ir por más en este partido fuera de la cancha.
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Un arbitraje que dejó con el grito en la garganta
“El arbitraje no estuvo a la altura,” clamó Barco, con el corazón en la mano y un dejo de indignación. Esperaba otra cosa, un manejo más fino del partido desde el primer minuto, pero las tarjetas amarillas parecían llover a discreción. Era como si alguna mano invisible barajeara las cartas, y eso complicó la tarea hasta para el más experimentado de los equipos.
El VAR, esa caja de Pandora
La frustración no quedó solo en el verde, pues uno de los temas álgidos fue el uso del VAR, que para Barco fue como jugar a la ruleta. “Vamos a volver a reunirnos con la CONAR,” afirmó, porque el miedo no es tonto y la tecnología que debería brindar justicia parece crear más dudas que certezas. “Parece que están jugando a adivinar quién quiere ser millonario con cada decisión”, ironizó.
Cuadrando cuentas con el calendario
Pero si uno creía que el tema se cerraba ahí, pues no. El agotador trajinar de la ‘U’ no fue ignorado. “Venimos de un viaje eterno tras jugar en Copa Libertadores,” explicó Barco. El director no dejó de remarcar que la programación de los partidos está más ajustada que el propio juego.
En busca del juego bonito
Con una mirada de preocupación, Barco cerró la entrevista esperando que tanto la Liga 1 como la Federación Peruana de Fútbol comprendan la importancia de considerar el esfuerzo físico de los jugadores. “Lamentablemente, parece que no muchos lo entienden”, soltó antes de dejar el campo con la promesa de seguir en la lucha.
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El clásico, una vez más, ha sido un espectáculo que va más allá de los noventa minutos, dejando a todos con el sabor agridulce de un empate sin goles, pero con las emociones a flor de piel.
