Fabricio Bustos, ese guerrero de la defensa, tuvo que hacer su salida prematura del campo, dejando a los hinchas con los corazones en un puño. ¡Lo que se siente en el Monumental! La noticia retumbó como un trueno en la noche, ya que el “Millonario” sigue sufriendo y cautivando con su historia de lesiones en el fondo. Cada golpe parece ser un eco del destino, y los seguidores no pueden más que morderse las uñas.

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Una baja más en la defensa
El partido estaba en su apogeo, la hinchada rugía con cada jugada, pero, de repente, el grito de aliento se tornó en un lamento. Bustos, en un intento por despejar un balón envenenado, sintió un pinchazo que claramente no era de esos que se olvidan al instante. ¡Zas! La realidad lo golpeó y, como un rayo en un día despejado, tuvo que ser reemplazado. La preocupación se instaló en el rostro de sus compañeros, y el banco se convirtió en un mar de rostros preocupados.
La sombra de las lesiones
Sin dudas, el número de infortunios se acumula como un torrente. La defensa de River, que alguna vez fue una fortaleza impenetrable, ahora parece más bien un laberinto lleno de trampas. La acumulación de lesiones es como una maldición que no cesa, y cada bajón es una losa pesada sobre los sueños de los hinchas. Los primeros tiempos se transforman en segundas oportunidades, y los jugadores jóvenes tienen que aferrarse a cada balón como si se tratara de su última chance.
- ¿Quién tomará ahora la batuta en el fondo?
- ¿Podrá el equipo sortear esta tormenta de lesiones?
- Las preocupaciones crecen, pero la fe en la camiseta se mantiene firme.
La afición, con esa pasión desbordante que solo el fútbol puede despertar, sigue alentando a sus jugadores, esperando que los dioses del fútbol les devuelvan una defensa sólida y libre de infortunios. ¡Vamos, River! Confiamos en que las heridas sanen y que el espíritu de lucha nunca se extinga en el campo. ¡A dejar todo, porque aún hay sueño por cumplir!
