Serna, una de las leyendas de Boca Juniors, se despidió este fin de semana, y su corazón parece haber dejado un pedazo en cada rincón de La Bombonera. Con la voz entrecortada y la mirada brillante, el exfutbolista se plantó ante los hinchas para dar un mensaje que retumbó en los ánimos de todos. ¡Qué momento, che!

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La Despedida de un Guerrero
El icónico número 3 se mostró visiblemente afectado, confesando que jamás imaginó que el día de su despedida llegaría tan pronto. «Voy a extrañar cada rincón de este club, cada gol y, sobre todo, a ustedes, que son el alma de Boca», enfatizó Serna, con la pasión a flor de piel. No faltaron las lágrimas de emoción, que danzaban en sus mejillas como preciosas perlas, reflejando el cariño eterno que siente por el Xeneize.
Un Corazón Xeneize
Los recuerdos lo inundaron mientras compartía anécdotas de sus mejores jugadas, esos momentos en los que el balón lo encontraba como un imán: los clásicos, las glorias internacionales y, por supuesto, ese inolvidable gol de volea que dejó sin aliento a más de uno. «No son solo partidos, son batallas que hemos luchado juntos», comentó Serna, haciendo que mil y un recuerdos recorrieran la mente de cada hincha presente.
- El gol en la final contra el Real Madrid, un momento para la historia.
- La paliza a River en el Superclásico, donde la hinchada vibró al unísono.
- Las noches de Libertadores, esas noches donde el tiempo se detiene.
A medida que su discurso avanzaba, la atmósfera se tornó eléctrica. «Siento que dejo una parte de mí aquí, pero sé que el amor que tengo por estos colores jamás se irá. Boca es mi vida y siempre lo será», expresó, mientras la multitud estallaba en ovaciones y vítores que resonaron como un trueno en la cancha.
La despedida de Serna no fue solo un adiós; fue un fuerte recordatorio de lo que significa ser parte de este grandioso club. Nos dejó un legado más grande que cualquier trofeo, una luz que brillará por siempre en la memoria de cada hincha. Boca Juniors no perdió a un jugador, ganó un ícono que llevará su amor en el pecho toda la vida. ¡Vamos, Boca!

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