La tarde en el Mario Alberto Kempes prometía ser una fiesta, pero un desenlace inesperado le puso un freno a la alegría de los hinchas de Talleres. La estrella del equipo, el querido Ortegoza, se convirtió en protagonista de un episodio de esos que a veces parecen sacados de una novela dramática. Cuando el partido se encontraba al rojo vivo y los alaridos de la hinchada resonaban con fuerza, ¡zas! Una tarjeta roja desdibujó el horizonte de la “T”.

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Una expulsión que dejó huellas
El primer tiempo pintaba bien. Talleres movía la pelota, como un buen tango, con calidad y precisión. Pero todo se tornó complicado en un abrir y cerrar de ojos. Ortigoza, con su estilo personal y esa garra que lo caracteriza, cometió una falta que encendió la mecha. El árbitro, con la misma determinación que un bombero frente a un incendio, no dudó en sacar la roja. ¡Un baldazo de agua fría para el público que soñaba con la victoria!
El impacto en el juego
La situación, que ya era tensa, se volvió un verdadero torbellino. Talleres, que había empezado con la ofensiva, se vio forzado a replegarse. Los hombres de Godoy Cruz, que olfatearon la oportunidad como un gato a su presa, comenzaron a adueñarse de la pelota. ¡Y vaya que les costó! Cada avance del rival se sentía en el corazón de los hinchas, palpitante y lleno de angustia.
Con un jugador menos, los de Barrio Jardín intentaron reorganizarse. Sin embargo, las jugadas se volvían cada vez más difíciles de ejecutar. Los pases precisos que antes fluían en el campo ahora parecían escaparse, como agua entre los dedos. La defensa, con más agujeros que un queso gruyere, tuvo que multiplicarse para contrarrestar el ataque del “Tomba”, que no se hizo esperar.
Un final que dejó sabor a poco
A pesar de despejar balones como si fueran fuegos artificiales, Talleres no logró contener el embate adversario. La frustración se apoderaba del ambiente mientras el reloj avanzaba implacable. Y cuando el pitido final resonó, el 0-0 en el marcador dejó a muchos con un sentimiento agridulce. La hinchada, que vibró y sufrió cada minuto, terminó con una mezcla de impotencia y orgullo por el equipo que, a pesar de las adversidades, fue a dar pelea.

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Hoy, Ortigoza será tema de charlas y debates en las calles y bares de Córdoba. ¿Qué hubiera sido si no se cargaba con esa expulsión? La única certeza es que el fútbol es así: impredecible, apasionante y, a veces, doloroso. ¡A seguir adelante, Talleres! La próxima será mejor.
