Hoy se cumplen años del último suspiro de un gigante en el césped: Marcelo Gallardo se despidió de River Plate. ¡Qué momento llenó de emoción a todos los hinchas! El 4 de diciembre de 2021 fue el día en el que el "Muñeco", con la camiseta roja y blanca a cuestas, pisó el campo del Monumental por última vez. Esa jornada, cargada de palpable nostalgia, vivió una obra maestra digna de recordar.

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Un adiós con sabor a gloria
La tarde comenzó con un marco de lujo: un Estadio Monumental repleto hasta los topes, donde los hinchas, con el corazón en la mano, sabían que estaban a punto de despedir a uno de los más grandes ídolos de la historia. Las banderas ondeaban, los cánticos retumbaban y la atmósfera podía cortarse con un cuchillo. Como en cada gran partido, el aire estaba impregnado de esa mezcla de alegría y melancolía, como un tango bien afinado.
Gallardo saltó al campo con esa mirada de gladiador, esa energía que lo había caracterizado durante tantos años, como un león listo para la batalla. A medida que avanzaba el encuentro, el reloj parecía detenerse; cada pase, cada autoritario gesto hacia sus jugadores recordaba al hincha por qué hizo historia en el club.
Momentos de tensión y amor a raudales
El partido comenzó movido, como una montaña rusa de emociones. Desde el primer minuto, River mostró su esencia, desparramando futbol por todos lados. Y fue en el primer tiempo, cuando un centro perfecto de Nicolás De La Cruz encontró la cabeza de Ezequiel Barco. ¡GOL! El Monumental estalló, un grito que resonó hasta el último rincón de Argentina.
Pero no todo fue color de rosa, pues en el segundo tiempo, una jugada desafortunada fue interrumpida por un penal que dejó a todos los hinchas con el alma en vilo. Un silencio gélido recorrió el estadio cuando el árbitro señaló la falta. Sin embargo, el "Muñeco" jamás se dejó amedrentar. Con su habitual temple, dio indicaciones a sus muchachos, como un director de orquesta.

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El partido finalizó con el pitazo del árbitro. El resultado marcaba una victoria para el equipo, pero nadie podía ocultar ese nudo en la garganta. Los aplausos y los abrazos eran incesantes, invitando a cada fanático a recordar las hazañas logradas bajo la tutela del "Muñeco". No era solo un partido más; era el cierre de una etapa gloriosa que quedó grabada a fuego en la memoria de todos.
En ese instante, al despedirse del campo, Gallardo levantó los brazos como un guerrero que regresa a casa, y el eco de su nombre resonó cual mantra en el corazón de cada hincha. ¡Gracias, Gallardo! Tu legado vivirá por siempre, como buen vino, mejorando con el tiempo. ¡Hasta siempre, "Muñeco"!
