El viento soplaba fuerte en el estadio, como si quisiera barrer los fantasmas que rodeaban a este equipo que tantas alegrías ha dado a su hinchada. Miguel Ángel Russo, con la mirada fija en el horizonte y el corazón latiendo como un tambor en una noche de carnaval, se plantó frente a los micrófonos para compartir sentimientos que recorren cada rincón del alma futbolera.
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Un Tropezón No Es Caída
El querido Russo, con palabras que resonaron como un tango desgarrador, dejó caer una verdad que duele como un penal errado en el último minuto: «No estábamos acostumbrados a perder.» Y es que cuando el triunfo te hace compañía constante, el sabor amargo de la derrota golpea cual ola de mar embravecido.
Jugada a Jugada, Latido a Latido
Cuando la pelota rueda, el mundo se detiene. A pesar de la derrota, los muchachos dejaron el cuero y el alma en la cancha. En el minuto 23, esa jugada que pudo haber sido el quiebre del partido: un pase milimétrico, la defensa rival perdida como perro en cancha de bochas, y el remate que besó el palo con un sonido seco: ¡pum! Parecía que la cancha misma suspiraba junto a la hinchada.
El Equipo de Mi Vida
Russo nos recuerda que el equipo no es solo una camiseta, sino un pedazo de vida. Cada tribuna, latido de hinchas que saltaba al ritmo de su devoción. La derrota es un trago amargo, sí, pero también un lienzo en blanco, un nuevo capítulo que espera ser escrito con el sudor y el esfuerzo de nuestros gladiadores del césped.
No hay que temerle a la caída, sino aprender a levantarse. Y este equipo, que vive en los corazones de tantos, lo sabe. Como decía un viejo conocido, «el fútbol siempre da revancha». Y aquí nadie baja los brazos; vamos con el pecho inflado y el corazón al frente. Porque no está muerto quien pelea, y estos muchachos prometen dar todo para reclamar su lugar en el cielo del fútbol argentino. Vamos, que esto recién empieza y la gloria nos espera, ¡carajo!
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