En el verde césped del Estadio Malvinas Argentinas, Vélez Sarsfield volvió a morder el polvo, tragando la amarga píldora de una nueva derrota. El equipo de Liniers no encuentra el rumbo en este Apertura, cayendo por 1 a 0 frente a un Godoy Cruz que supo hacer manteca al techo con sus pocas pero efectivas oportunidades. Los hinchas del Fortín, que hasta el último suspiro alentaron desde las tribunas, se fueron rumiando una frustración que ya es habitual.
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Un primer tiempo de locos
¡Qué partido de ida y vuelta! Apenas había iniciado el encuentro cuando Godoy Cruz mostró las cartas sobre la mesa. Martín Ojeda desbordó por el costado derecho como una locomotora, sorprendiendo a la defensa de Vélez que parecía más perdida que turco en la neblina. ¡Pum! Un centro perfecto al corazón del área encontró la cabeza de Salomón Rodríguez, quien, como un titán, estampó el balón contra la red. ¡Gooooool! Las gargantas de los hinchas locales estallaron como un volcán en erupción.
El segundo tiempo: zambullida en el mar de la desesperación
La segunda mitad comenzó con un Vélez decidido a retomar las riendas, pero parecía que la fortuna se había dejado el overol en casa. Lucas Janson, con gambetas propias de un bailarín de tango, intentó perforar la defensa bodeguera, pero el arco se cerraba como un candado oxidado a cada oportunidad. ¡Uy! Un casi gol que erizó la piel de los fortineros cuando Pratto remató de volea y la pelota, caprichosa, besó el travesaño en vez de internarse en el arco.
La frustración del Fortín
A medida que el reloj corría como un ciervo, el equipo de Vélez se sumergía en un océano de impotencia. Las caras largas de sus jugadores reflejaban que no era su noche. Ni Santos ni Osorio lograban patear al arco rival con eficacia, y cada pase era una parábola de desencanto.
El pitido final llegó como un balde de agua fría en pleno invierno. El Fortín se marcha con las manos vacías, dejando la sensación de que le sigue faltando cinco para el peso en este torneo. Los de Liniers tendrán que arremangarse y reorganizarse para que el gol, ese tan ansiado tesoro, no siga escabulléndose como arena entre los dedos.
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