Prueba de fuego para el Barça en Mestalla. Que nadie se confunda con la situación del Valencia; aunque el equipo se encuentra en medio de una tormenta constante con la afición enfrentada a la directiva y a cuatro puntos de la permanencia en La Liga, los chés siempre sacan un as bajo la manga en la Copa del Rey. Con seis títulos en su historia, esta competición se convierte en una travesía distinta y, a menudo, en la única tabla de salvación para una temporada complicada. Los cuartos de final son a vida o muerte en un estadio que es un fortín hostil para los azulgranas. Hansi Flick bien lo sabe y prefiere tomar como referencia el vibrante partido de la primera jornada de la liga, un 1-2 que marcó su debut oficial y del que salió satisfecho tras mucho sufrimiento, en lugar de dejarse llevar por el contundente 7-1 reciente en Montjuïc.
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Una competición especial
En el imaginario del Valencia, la Copa del Rey es un oasis en el desierto. Un escenario donde los sueños son posibles y donde los jugadores parecen aumentar de tamaño como gigantes. El partido contra el Barça no es solo un juego de fútbol; es una batalla épica en la que cada minuto cuenta, cada jugada puede ser definitiva y donde el margen de error es tan estrecho como una cuerda floja.
El templo de Mestalla
Mestalla se alza como un coliseo romano, donde el rugido de la afición es ensordecedor y el ambiente tan denso que casi se puede cortar con un cuchillo. Para el Barcelona, jugar aquí es como bailar en un campo minado, lleno de peligros ocultos. La historia ha demostrado que en Copa, los títulos no se ganan con el nombre, sino en el terreno de juego, y los valencianistas están dispuestos a dejarse la piel con tal de mantener vivo el sueño copero.
¿Podrá el Barça salir victorioso de esta prueba titánica, o será Mestalla el Monte Everest que nunca logrará conquistar? La respuesta estará en el césped, donde se decidirá el destino de estos dos gigantes del fútbol español.
