El rugir del estadio se apagó, pero la tristeza invadió el corazón celeste de los fanáticos y el vestidor de Cruz Azul, que vio sus sueños de campeonato desvanecerse tras ser eliminados por su archirrival, el América. Un partido que en papel se presentaba como una final adelantada se convirtió en un duelo de titanes donde, lamentablemente para La Máquina, el error les costó caro. El protagonista involuntario de la noche fue Rodolfo Rotondi, quien desató el infortunio con un penal que selló el destino a favor de los azulcremas, llevando al enemigo a la final como si fuera un tren sin frenos en la recta final del torneo.

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Un golpe al corazón cementero
El vestidor de Cruz Azul era un mar de desolación, y Rotondi, como capitán de un barco en medio de la tormenta, era quien más sufría el maremoto emocional. Tan pronto sonó el silbato final, los jugadores comenzaron a abandonar el Estadio Ciudad de los Deportes. Las cámaras capturaron el momento en que Rotondi, con lágrimas que brillaban como diamantes en la penumbra, buscaba con desesperación la compasión de sus seres cercanos, un ancla en medio del océano de tristeza.
La reiteración de una pesadilla
La memoria es traicionera, y para Rotondi, lo sucedido esa noche fue un eco doloroso de lo que ocurrió en la Final del Clausura 2024. La sombra del pasado se posó nuevamente sobre él, replicando aquel penal que en su momento también inclinó la balanza a favor del América. Como un guion maldito, la historia se repitió, convirtiéndose en la piedra en el zapato de este guerrero argentino.
Un abrazo en el momento preciso
Sin embargo, el club mostró su apoyo incondicional. La directiva, consciente del peso de la derrota, tuvo la previsión de llevar a familiares y seres queridos al estadio, para que los jugadores no enfrentaran solos el trago amargo. Rotondi encontró consuelo en su pareja, un faro de calidez en medio del frío adiós al campeonato. Una escena que demostró que, en el fútbol, como en la vida, ninguna derrota es definitiva mientras haya quien te sostenga en pie.
Esta eliminación, digna de una epopeya moderna futbolera, deja a Cruz Azul con la tarea de levantarse nuevamente, de transformar el infortunio en motivación para el futuro. A veces, el gigante no se mide por las victorias, sino por su capacidad de levantarse cada vez que cae.

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