El Monumental vibró como nunca en una tarde de fútbol sublime. River Plate, con el alma a flor de piel, sacudió la malla de Estudiantes de La Plata en un arranque demoledor que dejó a más de uno con la boca abierta. ¡Goles que son como poesía! Dos obras maestras que sellaron un inicio arrollador, dejando a los hinchas con el corazón en la mano, pidiendo más.
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Un comienzo a toda orquesta
Desde el pitazo inicial, el Millonario salió con todo, decidido a hacer del campo de juego su propia pasarela. Con una rapidez digna de un rayo, la pelota comenzó a bailar entre los pies de los jugadores como si tuvieran un hilo invisible que los unía. A los 10 minutos, un pase de primera de Fernández desató una jugada que hizo estallar el estadio: un control brillante de Lucas Beltrán, que con un toque sutil dejó atrás a la defensa, y la definición fue un canto a la belleza del fútbol. El balón se coló al ángulo como si tuviese una cita con la red, y ¡BOOM! El grito de gol retumbó en Núñez como un trueno.
La joya que selló el triunfo
Pero eso no fue todo, ¡ni a palos! A los 25 minutos, una jugada digna de un cuadro de arte moderno dejó a todos sin aliento. En una escalada ofensiva, Nicolás De la Cruz se adueñó de la pelota como un gladiador en la arena. Su visión de juego fue magistral; con un centro preciso, puso la pelota en la cabeza de Salomón Rondón que, como un león en la cima de la selva, se alzó por encima de la defensa y conectó un cabezazo que fue pura potencia. Ni el arquero ni la defensa se pudieron mover, y el segundo tanto llegó para sellar el destino del partido. ¡Qué manera de gritarlo! El Monumental estalló en un unísono grito de alegría que resonó en cada rincón del barrio.
Defensa sólida y compromiso total
No solo los goles robaban el espectáculo; la defensa de River fue un verdadero muro. En cada embestida de Estudiantes, los jugadores se lucieron con intervenciones que parecían arte de circo, cortando jugadas y despejando balones con maestría. La entrega de cada jugador fue una clase magistral de cómo defender con corazón y garra. Mientras tanto, el técnico no paraba de alentar desde la línea de banda, como si estuviese vivando a los suyos con los mismos ánimos de una hinchada encendida.
Un paso firme hacia el futuro
Así, el equipo de Núñez se lleva un triunfo que gustaría cualquier amante del fútbol. Un primer tiempo electrizante que deja claro que River Plate no solo juega, sino que respira pasión en cada pase y en cada gol. Este triunfo no es solo un resultado en la tabla, es una declaración de intenciones. Con dos golazos y un despliegue de juego que prometió más, River Plate los tiene a todos con el corazón acelerado, ansiosos por ver qué más se viene. ¡Vamos, Millonario, a seguir así!