En el mundo de las estrategias futbolísticas, Pellegrini siempre tiene un as bajo la manga. Esta vez, el técnico del Betis ha dejado a más de uno boquiabierto con su decisión de dar un descanso a Lo Celso para el próximo partido. Y es que, para el ingeniero, da igual si el rival es el colista de LaLiga o si está en juego la corona del derbi; las rotaciones son su credo inquebrantable.
La importancia de las rotaciones
Imaginemos el fútbol como una orquesta; cada jugador es un instrumento y la armonía del equipo depende de que todos suenen en el momento adecuado. «Aunque fuera con el colista de LaLiga, no el derbi, haría rotaciones», dice Pellegrini, con la convicción de quien dirige una sinfonía. El objetivo no es otro que evitar las temidas notas desafinadas, o lo que en el argot futbolístico se conocen como lesiones. Estas rotaciones son el lubricante en los engranajes del equipo, cruciales para aspirar a algo más que simples victorias en el césped.
Un equipo con profundidad
En un fútbol dominado por superestrellas, Pellegrini nos recuerda que no se puede depender de un solo jugador. «Si dependemos de un jugador las posibilidades de clasificarse serían pocas», destaca, buscando una maquinaria bien engrasada donde cada pieza es fundamental. Lo Celso, que llegó al equipo sin pretemporada, es el último engranaje añadido; su integración debe ser paso a paso. Con un plan tan calculado como la operación de un reloj suizo, el equipo debe ser capaz de mantener el ritmo en todas las competiciones.
Un sueño compartido entre hinchada y equipo
Pellegrini no solo piensa en títulos para sí mismo. Su inspiración, al igual que un pintor al ver un lienzo en blanco, es dar vida a sueños y aspiraciones de toda una afición. «Ojalá podamos pasar los octavos, que es la valla que nos pusieron», menciona. El entrenador está decidido a brindar a la hinchada bética otra celebración memorable, igual que esos momentos de gloria cuando levantaron la Copa del Rey. Una perfecta jugada maestra donde todos ganan, él, el club, y la afición, como un triángulo equilátero donde cada lado es indispensable. «Vamos a por todas», parece decir entre líneas, con ese hambre insaciable de éxito que solo se entiende cuando se vive y respira fútbol día tras día.
