Sin filtro: Gustavo Costas se va de boca, del «nos quedamos sin piernas» a los insultos rancheando
¡Qué nochecita la que vivimos en el último partido! Gustavo Costas, el DT que lleva las riendas del equipo con uñas y dientes, no se guardó nada. Primero se quejó amargamente, «nos quedamos sin piernas,» dijo, casi como un lamento tanguero, ¡y cómo no! Los pibes del equipo se quedaron sin nafta, estaban como pedo en el aire en los últimos minutos del partido.
El desencadenante: un partido para el infarto
La cosa venía chiva desde el arranque. El equipo salió a la cancha con actitud y hambre de gloria, pero a medida que avanzaba el tiempo, el cansancio empezó a pasar factura. Parecía que a cada minuto que pasaba, las piernas de nuestros muchachos se convertían en cemento. «Era una competencia de resistencia, no de fútbol,» se escuchó murmurar entre los hinchas.
Decisiones polémicas: los cambios que no cambiaron nada
Costas, con más pinta de boxeador que de entrenador, optó por unos cambios que más que refrescar, hicieron arquear más de una ceja en la tribuna. ¿Qué pasó ahí, Gustavo? Sacar a nuestro goleador en el momento crucial fue una decisión que muchos catalogaron de mamarracho. Los comentarios no se hicieron esperar: «¡Tenía menos visión que un topo!»
El enojo: explosión en el vestuario
Pero la fiesta no terminó en la cancha; el verdadero show, y no precisamente del bueno, se dio en el vestuario. Con la bronca hirviendo como una caldera a punto de explotar, Costas estalló. «¡No puede ser! ¡Nos dormimos! ¡Parecíamos turistas en el Obelisco!»—gritaba, en un arrebato que dejó a más de uno con la boca abierta.
- El «pecho frío» que se llevó todas las miradas: uno de los jugadores estrella se quedó clavado en el piso, justo cuando necesitábamos más corazón que nunca.
- El árbitro de turno, que se comió la roja como si fuera un churrasco y dejó pasar una falta que era más clara que el agua.
- La desesperación del técnico, que se subió por las paredes y dejó salir varios exabruptos, demostrando que a veces, hasta los más experimentados pueden perder los estribos.
Cierres y conclusiones
El equipo, que parecía una máquina imparable, terminó la noche con más dudas que certezas. Eso sí, no todo está perdido; a veces, estas sacudidas sirven para ajustar tuercas y volver con más fuerza. «No nos podemos relajar, esto es una maratón, no un sprint,» sentenció un Costas que, a pesar de todo, sigue confiando en revertir la situación.
Así que, queridos lectores, abramos bien los ojos y preparemos los corazones, porque de algo estamos seguros: si este equipo logra encontrar el equilibrio, volveremos a tener alegrías… ¡y de las grandes!